La feria de Turismo que se torna en feria de vanidades

Semana de Fitur, semana grande del turismo. Todo el mundo viaja a Madrid, todo el mundo lanza su mensaje, todo el mundo presenta lo mejor que tiene. Durante tres días, feria a rebosar con los profesionales, y el sábado y el domingo, con el público general.

Este viernes, precisamente, escuchaba a un político afirmar que había venido a la feria a buscar turistas, que había mantenido entrevistas para este fin y que creía que este sería un buen año porque sus esfuerzos estaban bien encaminados. Su narrativa tenía un gesto de agotamiento, sugiriéndonos que habían sido días muy difícil, pero el mensaje final de que tendríamos un buen año demostraba que había valido la pena el esfuerzo.

¡Vaya patochada! Veamos: los políticos van a Fitur para salir en los medios de comunicación o, como mucho, para verse con la gente de su región que habitualmente no ve en su casa. ¿Qué otra función tienen? Ninguna. Literalmente, ninguna. Analicemos, si no, los motivos para que los turistas decidan escoger un destino en particular.

En primer lugar, nuestros clientes vienen si su economía se lo permite. Si los noreuropeos tienen miedo del futuro, simplemente no viajan. Si los españoles seguimos pensando que corre peligro nuestro puesto de trabajo, aplazamos las vacaciones, sin fecha. ¿Qué puede influir una visita a Fitur en esto? Pues nada en absoluto.

En segundo lugar, una vez que nuestros clientes han decidido salir de viaje, el destino que escogen  no está vinculado a quién visitó Fitur, sino a las ofertas que tiene en la agencia de viajes, en Internet o donde sea. Y esas ofertas (no hablo de rebajas, necesariamente) las crean los empresarios del sector, los hoteleros, los mayoristas. Y las crean según su situación de mercado, no según lo que los políticos hayan dicho o hecho en Fitur.

En tercer lugar, los viajeros pueden encontrarse muchas ofertas similares, comparables, entre diversas regiones. Por ejemplo, hay bellezas naturales en muchos lugares; hay sol y playa en muchos otros; hay aventuras o entretenimiento en infinidad de enclaves. Los ciudadanos eligen entre esa oferta, pero ¿conocen ustedes a alguien que tome una decisión en este sentido leyendo las declaraciones de los políticos en Fitur? No. Fitur, por no ser, ni siquiera es un buen lugar para hacer promoción, porque es el momento en el que se produce una absoluta saturación de mensajes que convierte en inútil lo que se dice.

Por lo tanto, ¿para qué van los políticos a Fitur?

Van porque los medios de comunicación han creado y sostienen el razonamiento de que alguien que sea sensible con el turismo no puede fallar en las ferias. Y por eso se organizan estos saraos pintorescos en los que pretenden demostrarnos que ellos son los más preocupados, los más entregados, los que más sufren por nosotros. A veces esto es cierto, pero hay mil maneras más efectivas de demostrarlo.

Yo he tenido ocasión de ver este tipo de eventos desde dentro y, efectivamente, estas ferias no sirven para la promoción de destinos turísticos, salvo los más exóticos, los más alejados, aquellos de los que tenemos muy poca información y que en Fitur aparecen acompañados por algunos especialistas que tienen la infraestructura para comercializarlo. Pero los destinos maduros europeos y no digamos los españoles, no sacan gran partido. Hay ocasiones en las que literalmente el político no se entrevista con nadie, excepto si acaso con colegas de otros municipios o regiones. No hace tanto dos políticos firmaban un convenio de colaboración turística por el cual una de las regiones decía que iba a enviar no sé cuantos viajeros a la otra. ¿Es que van a aprobar un decreto por el que los ciudadanos quedan obligados a hacer ese viaje? ¿Van a subvencionarlos? Por mucho que el hipotético receptor de los viajeros se presente como un héroe que ha logrado este excepcional acuerdo, estamos ante papel mojado. En el mejor de los casos, el compromiso puede suponer anunciar un número de viajeros que, de todas todas, estadísticamente suelen viajar al destino en cuestión.

Sin embargo, es normal que dentro de la moderación económica, no siempre presente, las autonomías españolas acudan a Fitur. Y, por supuesto, las empresas turísticas, que tienen en las instalaciones de Ifema un punto y un momento de encuentro con el conjunto de los operadores del sector. Es la ocasión en la que los directores comerciales, incluso rivales, hablan de cómo están las cosas; es el lugar en el que un producto nuevo se presenta, atrayendo la atención de los colegas; es el momento en el que algunas novedades de las que habíamos tenido conocimiento parcial, aparecen con nombres y apellidos o, si lo prefieren, con cara y ojos.

Para las empresas turísticas, en Fitur aparecen clientes desconocidos, marginales, menores, a los que no podrían visitar haciendo un tour. Allí se concentran todos y se establecen negocios que, aunque normalmente no cambian el sentido de la temporada, sí que aportan y probablemente justifiquen el desplazamiento.

Pero, de ahí a que nuestros alcaldes, consejeros, presidentes de autonomías y ministros nos cuenten que están haciendo un esfuerzo para mejorar la temporada que viene, dista un buen trecho. Más bien busquen la vanidad de salir en una foto la razón de estos dispendios, hoy afortunadamente más moderados que en el pasado.