Un juicio exhibe la explotación y el fraude de un hotelero líder

Fernando Ferré, el propietario de la cadena hotelera Grupo Playa Sol (GPS) una red de hasta 301 sociedades, titulares de 40 hoteles, con 10 mil camas, en Mallorca, Ibiza y Praga, ha sido juzgado esta semana por una larga lista de delitos (hasta 18). Pasará siete años en la cárcel, tras admitir los hechos de los que se le acusaba. Los medios de comunicación se han hecho eco del juicio, pero a mi entender este asunto exige mucho más cobertura mediática, porque es una de esas vergüenzas que hunden la imagen de país que pretendemos. Y hunden también a la sociedad, en la medida en que parece que estamos dispuestos a convivir con ello, sin poner trabas. Lean y juzguen.

El empresario hotelero, según la petición fiscal, ha cometido 14 delitos contra las haciendas públicas estatal y autonómica por presuntos fraudes de los impuestos de sociedades, transmisiones e IVA, así como por fraude en las retenciones sobre el IRPF. Igualmente, ha cometido varios delitos contables y falsedad documental. Personalmente creo que es sensiblemente más serio que, además de todo lo anterior, haya cometido delitos contra los derechos de los trabajadores por haber reclutado a trabajadores extranjeros con contratos en sus países de origen para eludir las normas laborales españolas. Contrataba trabajadores sin respetar el marco salarial, el pago de horas extraordinarias o los descansos. En tejados, buhardillas y otras instalaciones en deplorables condiciones, ofrecía vivienda para los trabajadores, que estaban en condiciones de higiene lamentables. En algunos casos, su relación con algunas trabajadoras podría considerarse intolerable.

Como ven, una lista tremenda, que saca los colores. Obviamente, el culpable es el acusado, pero aquí hay algo más que merece una reflexión. Cómo es posible que algo así pueda ocurrir a día de hoy. Cómo puede ocurrir durante tanto tiempo. Y, sobre todo, cómo puede ocurrir en Ibiza. Ibiza es una isla tan pequeña que cuando usted se baja del avión, toda la isla ya está informada hasta del color de los calcetines que lleva. Cien mil habitantes, la mayor parte de los cuales se conoce desde hace varias generaciones, no deja lugar a esconderse. No quiero pensar cuánta gente sabía que el primer empresario hotelero de la isla trabajaba de esta forma o que al menos tuviera sospechas. ¿Dónde estuvieron los sindicatos tanto tiempo? ¿Y dónde sus competidores? ¿Y dónde la sociedad en general? Todos sabemos lo difícil que es construir un liderazgo legalmente, cuánto más con estas artes.

Yo tengo serios problemas para entender que algo así no fuera conocido por todos. Porque aquí hay ayuntamientos, organizaciones sociales, partidos, patronales, sindicatos, que deberían tener una sospecha. Pero más que ello, incluso alguna certeza. No es posible que esto haya podido llegar a este extremo, sin más. Ya ocurre con la corrupción política: es grave en sí, pero sucede también porque es tolerada socialmente, porque no hay una respuesta horrorizada ante conductas de esta índole. Ante estos hechos, uno duda que estemos avanzando y no retrocediendo en el tiempo.

Este país exige empresarios que se dejen la piel no para evadir impuestos, sino para generar recursos. Los impuestos son las reglas de juego existentes. Los derechos de los trabajadores son los mínimos que enmarcan la actuación empresarial. No hay nada que hablar si esto no se respeta. Pero, lo cierto es que esto ha estado ocurriendo hasta 2010. Es verdad que el Estado finalmente acabó con ello, pero echo en falta que esto hubiera provocado una clara, contundente e inequívoca repulsa social en su entorno.