Lea usted libros y se encontrará que las empresas pueden ser públicas (en las que el Estado ejerce la gestión y cumple un fin social) o privadas (donde los propietarios buscan el lucro, intentando equilibrar ese anhelo con una imagen que les permita continuar en esta actividad durante mucho tiempo). Sihabláramos de una red de aeropuertos, esto se traduciría enempresas públicas que gestionarían las terminales cumpliendo unafunción social, manteniéndolos abiertos en algunos casos inclusohabiendo pérdidas, o empresas privadas, en cuyo caso unosparticulares asumen la gestión intentando optimizar los resultados.
Por supuesto, existen fórmulas mixtas: hay empresas públicas que trabajan fundamentalmente con la idea del equilibrio presupuestario y que si han de tener pérdidas acuden a que el Estado asuma esos servicios deficitarios; y también existen empresas privadas que atienden servicios en los que algunas variables no atienden a criterios de mercado. Por ejemplo, el Gobierno puedeconcursar la gestión de un aeropuerto, imponiendo unos precios yhaciéndose cargo de la diferencia entre los costes reales y losprecios que exige al gestor.
Y después tenemos el modelo Aena que ha estado en vigor hasta ahora: ora preocupados por el gasto, ora por contratar a todo pichichi porque es necesario apoyar a tal o cual político, ora recortando gastos, ora gestionando fatal. O sea, alazar, sin norte, creando deudas monstruosas.
Entonces, el mismísimo Zapatero, con todo su talante dialogante, pero desesperado por dinero, inició la venta de Aeropuertos Nacionales al sector privado. Era una venta entoda regla que dejaba a la red española en manos privadas. Quizásla única limitación podría encontrarse en el ordenamiento legalque estableciera ciertos indicadores de servicio. En eso estabaZapatero cuando cambió el Gobierno y la nueva administracióndecidió congelar la operación. La historia ha ido coleando dedespacho en despacho hasta que, finalmente, este viernes se produjoel anuncio de la entrada de capital privado en Aena, que no laprivatización.
Efectivamente, el Gobierno introduce una nueva figura, la de la empresa mixta de gestión pública. Para entendernos, mientras con Zapatero la dirección de la organización iba a ser privada, ahora la dirección es pública.
¿En qué consiste el modelo? En que el Estado se quedará con el 51 por ciento del capital de Aena (y por ende con el control de la gestión), mientras que los particulares podrán disponer de un máximo del 49 por ciento del capital. La ministra adujo que no es el único caso en el mundo de este modelo: el aeropuerto de Frankfurt está gestionado por Fraport, que tiene también un 49 por ciento de capital privado.
Inmediatamente, la ministra explicó que “no habrá reducciones de plantilla”. Esta frase pone sobre la mesa el auténtico dislate de esta decisión: la ministra, o sea el partido político que ella representa, hace un guiño a los trabajadores, que debe leerse como que el Gobierno, más allá de lo que diga la realidad de la gestión de Aena, mantendrá la plantilla.La afirmación hecha en la rueda de prensa en la que se hace elanuncio, destapa el tema crucial. No se trata de despedir a nadie, setrata de entender si quien toma las decisiones en Aena será elGobierno, o sea los votos, o si en su lugar será la lógica de lagestión económica. Fraport, como muchísimas empresas públicascentroeuropeas, son gestionadas con criterios de mercado y noelectorales. No se construyen aeropuertos para satisfacer a unalcalde ni a una autonomía; no se contrata para colocar amigos quehan apoyado en la campaña electoral; no se suben los salarios o sebajan para evitar un titular de periódico que cause pérdidas devotantes.
Para explicarlo claramente: mientras el gobierno progresista parecía que iba a privatizar, el gobierno conservador ha optado por mantener la gestión pública, con la participación irrelevante de un cierto capital privado.
¿Quién puede tener interés en entraren el capital de una empresa pública y, por ende, tener que asumir los riesgos de una gestión en la cual hay criterios que van más allá de lo económico? Esto es lo que asusta: cuando se entra en elcapital de una empresa con intereses políticos, cuando se ponedinero propio para que el ministro de turno juegue con él, se entraen una espiral de favores, gestos y apoyos que normalmente sueletener contrapartidas que no vemos. De lo contrario, como se imaginan,nadie entraría en Aena, porque nadie querrá asumir decisiones comola que la propia ministra anunció este viernes.
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