Desde el pasado mes de Junio hemos asistido al hundimiento de las Bolsas chinas. El pánico, por ser China quien es, se ha trasladado a muchas otras plazas financieras. Y los sesudos analistas no dejan de cuestionar cualquier dato que venga de la potencia oriental. Que si la economía va a desacelerarse mucho más de lo que el Gobierno dice, y que si los datos no parecen indicar eso, será porque el Gobierno los falsea.
No es este el momento ni el artículo para añadir mi opinión al de gente más preparada que yo (aunque no sepan nada de China). La Bolsa ha caído más de un 30 por ciento, pero también es verdad que todo eran sonrisas de alegría cuando la misma Bolsa subió más de un 100 por ciento en los doce meses anteriores. Y eso tampoco parecía normal.
Sí es el momento, no obstante, de hacer un ejercicio de realismo. En los pasados días hemos conocido que HNA quiere comprar una parte importante de Globalia, que se estima que el mercado emisor chino excederá los 200 billones de dólares este año y se situará a años luz de América, Alemania o Reino Unido y otras noticias parecidas. ¡No estará tan mal la economía china cuando las empresas y las familias se dan estas alegrías!. La economía financiera y la real no están desligadas del todo. No es eso. Pero tampoco debemos inferir el estado real de la economía por el comportamiento de las Bolsas. Por mucho que hayan bajado los indicadores bursátiles, sigo teniendo la convicción de que China, la segunda economía del mundo, será la primera en unos pocos años y debemos actuar en consecuencia.
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