La fama es vapor, la popularidad un accidente; la única certeza terrenal es el olvido, dijo Mark Twain. Hay personas que no pueden olvidar este accidente de la popularidad, ni tan siquiera bajarse del sentimiento de la fama. Saben que, a no ser que seas un necio, lo único que nos espera es el olvido. Nos cruzamos diariamente con personas, rostros sin cara porque casi ni percibimos sus facciones, vivimos en un mundo donde solo nos importa la popularidad y el dinero. Desconocemos la palabra ayuda; ayudar a los demás, amar a nuestro prójimo. Nuestra vida no es más que un anhelo de viento, con la certeza escondida en lo más profundo de nuestra alma de que lo máximo que conseguiremos no será más que el olvido. Me decía un buen amigo que cuando escribo y uso alguna palabra que puede ser un insulto me descalifico. A veces tienes que utilizar palabras de cierto calibre para darnos cuenta de que necesitamos algo que abra nuestra mente.
Mi amigo no puede incorporarse en una línea aérea porque el responsable considera que si lo hace, resta medios económicos para otras cosas. El gestor desconoce que donde comen 50 pueden comer 52, desconoce también que no basta con levantar a un hombre del suelo, sino que también hay que sostenerlo.
Pero, ¿quién ayuda a quién hoy en día? Nadie, no esperes que te ayuden a levantarte y mucho menos a sostenerte. En mi larga vida no he llegado a ver en las personas que he conocido en su interior la bondad, la humildad de que solo estamos de paso, que vamos camino del olvido, todos los que he conocido viven como si fuéramos a estar siempre.
Olvidamos que la generosidad con el prójimo está solo en nuestro poder. Pero la vida es un misterio, personas que se han enfrentado a la muerte siguen pensando que nunca llegarán al olvido y todos estamos abocados a ese olvido, duro y difícil de aceptar, porque lo único cierto es que la oscura puerta del fin de nuestra vida nos espera sin compasión.
Solo el hombre puede enfrentarse a dos cosas, a sus propias creencias, aunque estén equivocadas, y a su propia muerte.
Bonitas palabras sr. Cano