He aprovechado estos días de Semana Santa para hacer un viaje turístico tradicional, de esos en los que los viajeros coincidimos con miles de personas que hacen lo mismo que nosotros, miran los mismos detalles, sacan las mismas fotos y hacen los mismos comentarios, delante de los mismos monumentos que todos hemos visto en el cine o en la televisión.
Sin embargo, este viaje me ha permitido adivinar el surgimiento de un nuevo tipo de viajero, que eclipsa al monumento, a la historia, a la arquitectura o al paisaje. Intentaré hacer una descripción de lo que he visto reiteradamente en este viaje y que ya había adivinado en ocasiones anteriores: es el turista que viaja para fotografiarse a sí mismo, para filmarse a sí mismo, buscando un pretexto ajeno a él. Con el omnipresente stick acoplado al móvil, estos viajeros se asientan delante de cualquier monumento y se dedican a hablar con la cámara o, si sólo buscan una imagen estática, pretenden ocupar el plano con la pose más llamativa. En este viaje estuve observando a un jovencito del que no cabe duda que se gustaba muchísimo, que invirtió cinco minutos buscando el ángulo en el que él quedaba mejor. Allá, muy en el fondo, probablemente difuminado y distorsionado, podría verse un monumento que obviamente para este chico era puramente complementario a la belleza de la imagen central, que era él. Curioso. Llamativo.
Caminar ahora, en la era de los móviles, por delante de una obra de arte supone chocar constantemente con esta clase de narcisos que piensan que los artistas crean para cubrir los ángulos de las fotos que su belleza no logra ocupar; significa esperar a que terminen su ceremonia de acicalamiento para, al final, poder ver lo que uno sí ha ido a ver.
Y yo me pregunto si no sería más barato que se fotografiaran junto a un proyector de diapositivas que complementara la aplastante necesidad de alimentación que tienen estos egos.
Sr. Mato, siempre he sido un seguidor suyo y he estado de acuerdo con sus articulos, pero esta vez NO.
Para fotografiar solo monumentos sin la presencia del interesado, basta comprar postales y logicamente con el paso de los años uno ya no sabria si realmente ha estado o las compró en una papeleria. Cuando uno se fotografia junto a un algo, se acuerda que ha estado alli.
Sr. Mato, su articulo deja mucho que desear. Usted no puede opinar de los que los demás queremos hacer o debemos hacer. Deje que las personas disfrute de lo que quieran hacer , delante o detrás de un momento. Posiblemente usted haya realizado cosas que a los demás no nos guste y por ello no le voy acusar de alimentar su propio Ego.