El primer dato realmente sorprendente y alarmante de lo que se avecina tras el atentado de Niza lo dio Masaru Onishi, director general de Japan Airlines. La compañía aérea nipona, dijo su máximo ejecutivo, afronta un largo periodo de crisis económica debido a los atentados terroristas en Francia. ¿Por qué una compañía aérea con sede en Japón, está tan alarmada? ¿Cómo, tan lejos del problema, pueden sufrir consecuencias económicas negativas? Este jueves pasado fue Lufthansa quien emitió un 'profit warning', o aviso de que los resultados económicos serán peores de lo esperado, a consecuencia de lo cual las acciones de la empresa cayeron otro 7 por ciento. Poco antes había sido EasyJet, la low cost británica que está muy presente en Francia, quien advirtió de los tiempos turbulentos que amenazan a la aviación mundial y a su marca en particular.
Lo más novedoso fue el comunicado de Lufthansa (propietaria, además, de Brussels Airlines y de Swiss). En él, la alemana indicaba que las reservas hechas con antelación “han caído significativamente, especialmente en las rutas de largo recorrido, en particular como consecuencia de los constantes ataques terroristas en Europa y una mayor incertidumbre política y económica”, añadiendo algo completamente inusual y alarmante: la dirección “no cree que se vaya a producir una recuperación completa nunca más”.
La cuestión es que los atentados terroristas en el centro de Europa ya no son vistos como acciones puntuales que no se repetirán, sino que ahora, tras tres atentados consecutivos, la impresión es que pronto llegará otro, por lo que el turista considera que el Viejo Continente no es un lugar al que se pueda viajar con seguridad.
El terrorismo ha supuesto en Francia caídas de visitantes del once por ciento en París, con pérdidas de reservas muy superiores a esta cifra al día siguiente de los atentados de Niza.
Además de esto, hay otras circunstancias puntuales que afectan a la aviación: EasyJet, por ejemplo, tiene una cuota importante de vuelos a Turquía, que se suman a su presencia relevante en Egipto.
Además, EasyJet, Ryanair y especialmente el grupo IAG (British Airways) padecen las consecuencias del debilitamiento de la libra esterlina, que encarece sus insumos (sobre todo combustible) y rebaja sus precios. El impacto no es especialmente grave, dado que había tenido lugar en el pasado, pero se añade al contexto adverso. Igualmente, el Brexit ha generado incertidumbres que tienen algún impacto en el sector.
De esta forma, observen qué locura para quien invierte en aviación: IAG había caído un 28 por ciento por el Brexit en lo que va de año, a lo que ahora sumamos el 8 por ciento de Lufthansa sólo el jueves pasado y otro 5 por ciento adicional para EasyJet, como contagio por el anuncio alemán.
Los expertos apuntan además a un problema insólito: los efectos negativos de la bajada del petróleo. Algunas líneas aéreas se habían lanzado a cambiar flota porque los aviones nuevos suponen ahorros importantes respecto de los viejos. Sin embargo, tras su decisión, el petróleo bajó, con lo que ahora el ahorro que esperaban no tendrá ni de lejos la misma importancia. De hecho, British Airways, que estaba estudiando cambiar su amplia flota de B747, decidió retrasar el reemplazo porque con el nuevo precio del combustible estos aparatos aún son competitivos, ahorrándose el costo tremendo de una modernización de flota.
De todo esto, probablemente lo peor esté por venir. KLM-Air France puede haber sufrido consecuencias económicas bastante más severas que Lufthansa, habida cuenta de su dependencia del mercado francés y de su debilidad económica anterior. En lo que va de año ha perdido un 24 por ciento de su valor y el mercado mira con expectación las cifras económicas que se publicarán este miércoles 27. Hemos de tener presente que no hace ni un mes que los pilotos franceses estuvieron en huelga, en otro conflicto interno que se está arrastrando desde hace tiempo.
Ese es el tiempo que se viene haciendo el cimbel en la aviación. Y aún hay quien pretende seguir ordeñando la gallina la gallina de los huevos de oro. Esa gente no entiende que las gallinas no se ordeñan.
Listas de pasajeros, filas interminables, gente con los pantalones en las rodillas por falta de cinturón, denigración de pasajeros y tripulantes, etc. ¿Todo por la seguridad? No. Mas bien por la fuente de ingresos que conlleva toda la parafernalia desplegada.
Donde no se puede conseguir ese ingreso no parece que importe la seguridad y así vemos como los últimos atentados se producen en actos multitudinarios ajenos a los aviones o en los propios aviones a pesar de la panoplia de vejaciones a las que se somete a los pasajeros y tripulaciones. Eso si, ni los trenes, barcos, estadios, etc. pueden caerles en la cabeza a los que legislan sobre que medidas hay que tomar.
Es hora de asumir que los riesgos son los mismos que en cualquier otra actividad y por lo tanto le son de aplicación las mismas medidas y costes