La IATA, la asociación que agrupa a las líneas aéreas a nivel de todo el mundo, acaba de publicar la estadística de los incidentes provocados por las conductas improcedentes de pasajeros, que durante el año 2016 alcanzaron las 10.854 denuncias. Visto así, sin referencias, parece algo escandaloso.
Esto nos va a parecer aún mucho más preocupante si explicamos casos individuales, totalmente intolerables, como pasajeros que agreden a azafatas, otros que quieren abrir las puertas del avión, etcétera. Sin embargo, la espectacularidad de este fenómeno se reduce sensiblemente si ponemos estos datos en contexto: por ejemplo, estas cifras significan que hay un incidente cada 1.205 vuelos,lo cual no parece tan grave.
La IATA puso el acento en que hubo un aumento importante en relación al año anterior, cuando se habían registrado 9.316 sucesos de la misma naturaleza. Efectivamente, el aumento tiene su importancia, aunque también hay que tener presente que ha habido un aumento, no tan intenso, en el número de pasajeros y vuelos, lo que reduciría la trascendencia de esta variación.
Los incidentes tienen que ver con conductas impropias de los pasajeros: no obedecer a la tripulación, contestar agresivamente o, lo más grave, actos violentos, que pueden consistir en agresiones, intentos de abrir las puertas del avión, etcétera. Las cifras de incidentes relevantes, aquellos en los que hay violencia, es muy inferior, apenas un 11 por ciento del total del total de los hechos reportados.
Para mí, el dato realmente importante es que del total de denuncias presentadas, un 23 por ciento, estuvo motivado por el consumo de alcohol o de drogas, que es lo que nos temíamos. La IATA no nos dice qué parte de los incidentes violentos están vinculados a estos consumos, pero es de pensar que pueda ser una parte significativa. O sea que estamos en lo que más o menos responde a nuestros clichés ya conocidos: personas alcoholizadas o drogadas, incapaces de valerse por su pie, que no siguen las instrucciones de los tripulantes y que reaccionan con violencia cuando se les llama la atención. Vamos, lo que sucede con muchos vuelos turísticos de los llegan a España.
La IATA dijo que tanto colectivamente como individualmente, quiere ser contundente con este asunto. Entre otras medidas, la IATA menciona un tanto inocentemente el ejemplo de lo que está haciendo Monarch Airlines en el aeropuerto de Gatwick, donde la compañía aérea ha instruido a los empleados de los bares y restaurantes de la terminal en la que opera para que avisen si algún pasajero hace un consumo excesivo de alcohol.
Yo soy muy escéptico sobre este tipo de experimentos, por muchos motivos. Primero, porque los bares y restaurantes están para hacer caja, no para vigilar que en los aviones no haya incidentes; segundo, porque las compañías aéreas tienen la obligación de comprobar, en el momento del embarque, que los pasajeros se encuentran en condiciones de volar –lo cual no termina de funcionar porque las plantillas con las que hacen el embarque suelen ser subcontratadas, están desmotivadas, y habitualmente se les pide que comprueben pasaportes, comprueben y cobren pluses por exceso de equipaje, lo cual les ocupa totalmente– y, sobre todo, porque muchas compañías adoran a estos alcohólicos, a los que les venden su propia ración de bebidas a bordo, nutriendo otro aspecto de las cuentas de la aerolínea. Bastante hipocresía en este sentido.
A mí me parece infinitamente más útil lo que ha decidido hacer Jet2: cada vez que se produce un incidente de importancia, el avión aterriza en el aeropuerto más próximo, desembarcando al pasajero conflictivo, al tiempo que los abogados de la aerolínea determinan los costes incurridos, absolutamente desmesurados. La compañía después persigue civilmente al viajero, para que pague la factura de los daños causados –combustible, importe del retraso para cada viajero, consecuencias en cadena para la operación aérea, costes de aeropuertos, gastos extraordinarios de la plantilla–. La compañía informa con profusión de medios sobre este tipo de acciones, lo que es un recordatorio importante de la necesidad de mantener un comportamiento adecuado a bordo.
No todas, porque podemos recordar cómo el señor Hidalgo puso el nombre de un "cantante" , después de que este actuara de forma salvaje y violenta en un avión, bajo los efectos del alcohol y supuestamente drogas y el cmte. tomara la decisión de dar la vuelta y volver al aeropuerto de salida. Como dijo el señor Trillo , ¡manda huevos!.