Barajas: ni disculpas

Evidentemente, este país tiene un problema con la operación aeronáutica: no es posible que una tarde de domingo, Barajas quede colapsado porque ha habido un poco más de pasajeros que lo habitual. No es aceptable que pretendamos ser competitivos en estas condiciones. No podemos presentarnos al mundo incapaces de movilizar un aeropuerto porque ha habido algo más de operaciones. Situaciones de igual tipo se suceden por todo el país: el Prat tiene lío cada vez que llegan varios aviones, como si los aeropuertos no fuera para eso, para la llegada de aviones; Palma vive en un constante colapso y, encima, el espacio aéreo, muchísimo menos saturado que el del centro de Europa, tampoco puede operar con intensidades elevadas.

Desde luego, el problema del domingo pasado en Barajas indica que Aena por un lado y el Enaire por otro, dejan que desear. No es posible tener un aeropuerto con cuatro pistas, como es Barajas y que se colapse cuando la demanda aumenta. Y mucho más intolerable es que eso ocurra cuando las compañías aéreas habían reservado sus slots en tiempo y forma, de manera que era una demanda prevista, canalizada, estandar. No estamos hablando de que Barajas tuviera que recibir cien vuelos desviados de otros aeropuertos por una razón imprevista. No, todo estaba en el programa.

Barajas, por explicar el caso más significativo, pero no el único, es un aeropuerto con cuatro pistas. En Europa, muy pocos aeropuertos tienen esa capacidad potencial, que por supuesto es el resultado de grandes inversiones económicas. Heathrow, que tiene casi el doble de aviones y pasajeros que Barajas, está operando al 98 por ciento de su capacidad con sólo dos pistas. Y funciona. Y no tiene el nivel de problemas que arrastramos nosotros.

Sin embargo, aquí no tenemos dimensionados ni los controles aéreos –pese a que tenemos los controladores mejor pagados de Europa, lo cual por supuesto no basta para que sus servicios funcionen de acuerdo a lo que cuestan–, ni los pasos de pasaportes –en Mallorca, de chiste, todos los miles de pasajeros que llegan han de esperar en un pasillo para pasar únicamente por dos ventanillas–, ni los sistemas de handling, ni los accesos, ni los aparcamientos.

Es un poco insoportable que lo único que parece dimensionado en los aeropuertos españoles sean los comercios. Las tiendas sí están preparadas. Aena, desesperada por ganar dinero, sólo se ha preocupado de recaudar, pero los servicios que habrían de acompañar, fallan.

Como ocurre que uno no va al aeropuerto a comprar sino a viajar, el enfado es importante. Ya va siendo hora de dejar de vivir convencidos de que las cosas sólo van a funcionar si no se salen de lo ordinario. Ya va siendo hora de que nuestros servicios públicos tengan un mínimo de flexibilidad. De que sean capaces de atender una demanda variable. Ya va siendo hora de que no sólo nos cobren sino que también nos den calidad por lo que pagamos. 

En cambio, como respuesta, ni siquiera nadie ha salido a pedir disculpas.