En el listado de lugares que ayer fueron protegidos por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, hay una pequeña isla japonesa que tiene un régimen de visitas que no es precisamente políticamente correcto: no permite la entrada de mujeres, en ningún caso. Ni niñas. Un lugar absolutamente machista. Se trata de la isla de Okinoshima, en la región de Munakata, “un ejemplo excepcional de la tradición de oración en una isla sagrada”.
Okinoshima se encuentra a 60 kilómetros de la ciudad de Munakata, en la provincia de Fukuoka. Es la sede de los santuarios sagrados de la religión Shinto, desde el siglo XVII.
Sin embargo, las tradiciones de la isla son aún más antiguas. Los viajeros iban a la isla a orar antes de emprender un viaje de largo recorrido. Hay constancia de estas ceremonias al menos desde el siglo IV DC. “Los sitios arqueológicos han sido preservados y están intactos, ofreciendo la posibilidad de un recorrido cronológico por la historia de la religión del Japón”, aduce la Unesco en su informe.
Sin embargo, nunca una mujer asistió a uno de estos rituales. Al parecer, la razón de la prohibición de las mujeres tiene que ver porque se considera que la sangre de la menstruación mancha los sitios sagrados, aunque no se tiene constancia de su origen histórico.
Solo sacerdotes varones están permitidos en la isla, sólo exceptuado el festival que tiene lugar el 27 de mayo, cuando 200 invitados son autorizados en la isla, donde desnudos se bañan en las aguas del mar.
Preferente.com Diario para profesionales del Turismo