De indicios a alarmas

Los indicios están empezando a ser alarmas: el turismo se prepara para un 2019 preocupante. De ninguna manera será un desastre, pero sí habrá un retroceso importante. Hasta lo reconoce el Gobierno, para quien una caída en este motor de la economía es un asunto problemático de cara a sus expectativas electorales.

El último dato es que las ventas de Antalya, la primera región turística turca están siendo hoy más importantes en Alemania que las de Mallorca, tradicionalmente el destino líder en ese país. Esto es un dato preocupante porque una menor demanda puede suponer menos ocupación pero también puede suponer menos ingresos, dependiendo de cómo reaccionen los agentes en el mercado.

Esto no significa que el posicionamiento español sea malo, sino que los últimos años fueron tremendamente inhabituales: los incidentes violentos en varios países, especialmente en Egipto, Túnez y Turquía arrojaron como consecuencia una huida del turismo a otros destinos, sobre todo a España. Esa es la explicación de estos últimos años. Obviamente, sin esos factores externos, España hubiera tenido turismo, pero no habríamos batido récords ni probablemente habríamos podido cobrar los precios que hemos cargado.

Hoy, en cambio, las cosas vuelven a su cauce, como tenía que ocurrir. Con el añadido de que el hundimiento de la lira turca intensifica aún más esta ventaja turca.

España en 2019 tendrá que demostrar sus capacidades comerciales, su imagen, la calidad de sus productos, para poder competir. No estaremos en condiciones de quejarnos por la presencia de turistas ni de pintar en las paredes de nuestras calles que no los queremos, ni de cobrarles impuestos desorbitados que prácticamente sean entendidos como un rechazo a su presencia.