La masificación del turismo está provocando preocupación en todos lados. Incluso en la siempre laxa y relajada Roma, donde el ayuntamiento ha dictado una serie de normas que intentan poner orden en la invasión turística que vive la capital italiana.
Las medidas tanto afectan a los turistas como a los romanos que se aprovechan de ellos. Por ejemplo, se prohíbe beber en las calles, comer en las escalinatas de la Plaza de España e, incluso, disfrazarse de centurión o de gladiador para pedir la ayuda de los turistas. Igualmente, bañarse en las fuentes públicas será sancionado.
La mayor parte de estas medidas se habían introducido provisionalmente pero ahora se han convertido en permanentes y buscan acabar con la sensación de caos que rodea la ciudad.
Las multas pueden llegar a los 400 euros. Las zonas más sensibles a estas medidas son la Fontana di Trevi, la Plaza de España, el Coliseo y la Plaza Navona, aunque su radio de aplicación es más amplio.
Al mismo tiempo, los operadores turísticos han pedido al ayuntamiento que derogue la norma que limita el número de autobuses turísticos que pueden entrar al centro de la ciudad. Para los operadores, esta medida no es eficaz porque en lugar de reducir el tráfico hace que muchos de estos turistas alquilen coches y entren a la ciudad, agravando aún más el caos circulatorio habitual en la capital italiana.
Mientras el precio sea la única limitación de la demanda, el turismo se hará masivo y de baja calidad o sólo viajarán los ricos a enclaves muy exclusivos. Falla el mercado, y las herramientas clásicas de regulación oferta-demanda no parece que puedan solucionar el problema.
Laxa y relajada? Me parece que nunca habéis estado en Roma...