La batalla de Amadeus

La Comisión Europea ha abierto una investigación contra Amadeus por posición dominante en el mercado. Amadeus tiene el control casi absoluto de la distribución de producto a las agencias de viajes. Sin embargo, las cosas no son ni tan claras ni tan inocentes: detrás de esa heroica lucha contra los monopolios tal vez haya otros intereses y otras historias (Amadeus: Bruselas sale en defensa de las agencias).

Amadeus es una empresa situada entre las agencias de viajes y las aerolíneas. Cierto que goza de un papel dominante en el mercado, pero también es cierto que delante suyo hay un poder como pocas veces ha existido: las aerolíneas. Algunas compañías aéreas carecen de poder y, de hecho, nadie llora sus cierres. Pero detrás de muchas otras está nada menos que el poder político, los estados-nación. Es el caso de IAG, Air France, Lufthansa o, por supuesto, casi todas las aerolíneas de países medianos y pequeños.

La batalla entre Amadeus y las aerolíneas hay que entenderla en el marco de la lucha por reducir los costes de intermediación. La intermediación en el negocio turístico consiste en que muchos agentes tienen márgenes importantes a partir de su trabajo como detallistas o como mediadores. Esto era mucho más significativo, pero las tecnologías al tiempo que han reducido esos márgenes, han ampliado la cobertura.

Amadeus es el intermediario mayorista más importante, al que las aerolíneas le han declarado la guerra, intentando saltarse su papel, con instrumentos tecnológicos alternativos. Las agencias de viajes asisten a esta batalla conociendo que, desde luego, Amadeus tiene vocación de monopolio pero ellas también saben que las aerolíneas por supuesto no trabajan para las agencias sino en pos de reducir sus costes, indiferentes a cómo va el mercado. Las aerolíneas, recordémoslo, han estado toda su vida en situación de monopolio y nunca mostraron preocupación alguna.

Este es el panorama: una batalla en la que está en juego mucho dinero y muchos intereses. Las aerolíneas, especialmente las de bandera, han vivido toda su vida en una situación de dominio del mercado, con una patronal, Iata, que es un grupo de presión, un lobby, cualquier cosa, menos una patronal propiamente dicha. Las condiciones con las que trabajan en casi todo el mundo son excepcionales, incomparables a las de cualquier otro sector. Ante ellas, Amadeus, que se ha erigido en su enemigo, por mucho monopolio que tenga.

Está bien que la Comisión Europea busque el fin de los monopolios, pero si vamos en serio, prácticamente en cada país hay una aerolínea que tiene el monopolio de los vuelos de largo recorrido; en todo el mundo hay dos compañías que tienen el oligopolio de la intermediación electrónica de los viajes minoristas; apenas un puñado de empresas, no más de tres o cuatro, se disputan el mercado mundial de los metabuscadores, a través de los cuales pasa casi todo el negocio del turismo.

Las cosas en este mundo de la intermediación están muy embarulladas, de forma que no se crea lo que le digan. Salvo las agencias minoristas, que estas sí que no tienen poder, todo lo demás es una batalla de despachos.