El Gobierno ha hecho un estropicio al poner en marcha unos descuentos del 75 por ciento en los viajes a las islas. Es tan alto el descuento que genera unas alteraciones del mercado jamás vistas antes. La culpa se la llevan las aerolíneas, que son las que se benefician, como si no estuviera en su ADN rentabilizar sus ingresos al máximo.
En todo caso, ahora no quería hablarles de lo que ha venido sucediendo hasta ahora, sino de la solución que el ministro Ábalos acaba de anunciar: obligar a que el sistema informático no pregunte por la condición de residente o no hasta el final del proceso.
Titulo este artículo “nuevo ridículo” porque, de nuevo, los políticos demuestran no entender nada. Y digo “demuestran”, en plural, porque estoy seguro que tampoco los de otros colores sabrían encontrar una solución a este disparate.
¿Razones porque las que esta no es la solución?
Primero, porque hoy, hasta los niños saben que los sistemas informáticos (los famosos algoritmos) son tan sofisticados que nos identifican perfectamente, sabiendo exactamente qué pasos damos, desde qué ciudad nos conectamos, a qué hora, con qué equipo, desde qué IP. ¿Quién desde Madrid o desde La Coruña usará una IP que está domiciliada en Canarias o en Baleares? ¿O es que nuestros políticos, cuando abren el ordenador, no se han encontrado nunca con que una app les informa del tiempo en la ciudad donde viven, sin que nunca antes lo hayan pedido? No, parece que son de otro mundo.
No hace tanto, abundando en la información que las empresas saben de nosotros, recibí un e-mail de lo que se hacía llamar como “laboratorio de Booking.com”. El mail decía que, según sus datos, yo tenía previsto viajar en los próximos meses a Córdoba, Tenerife y Londres. Lo interesante no era la predicción, sino que efectivamente yo tenía prácticamente organizados estos tres viajes y en ninguno de los tres casos había hecho la reserva por Booking sino que en el caso de Córdoba viajaba a un alojamiento Airbnb mientras que en los otros dos, si no recuerdo mal, había escogido un hotel de Accor, un Ibis o un Mercure. Obviamente, con esto quiero decirles que lo saben todo, absolutamente todo y que es inútil intentar resistirse a ello.
En el supuesto absolutamente inverosímil de que las aerolíneas no supieran la calle y el número de la casa desde la que hemos entrado a Internet, hay otro dato absolutamente vital que cualquiera puede deducir, incluso sin ordenadores, y que disipa las dudas: ¿dónde creen ustedes que vive la gente que viaja desde las islas a la Península el 24 de diciembre a partir de las 12 de la mañana? ¿Dónde cree usted que viven los que viajan desde la Península a las islas el domingo 6 de enero? ¿Dónde cree usted que residen los que viajan a las islas desde la Península el 24 de diciembre? ¿Dónde cree usted que viven los que compran un vuelo de ida y vuelta de Madrid a Las Palmas, saliendo de Madrid en el primer vuelo y regresando en el último o, dónde los que hacen el vuelo inverso?
Nuestra política está anclada en el pasado y en estos ejemplos se aprecia. Son pasado y pasado torpe, porque yo, que soy totalmente analógico, llego a darme cuenta de esto. Y comprendo perfectamente que esto va a acabar como el rosario de la aurora. Hay que ser político para no enterarse del mundo. O hay que ser político para intentar engañar a la gente de esta forma.
O sea que hasta el final no voy a saber lo que voy a pagar ????
Vuelta al estilo edreams....
Jajajajajaja. Muy bueno güey. 🙂 !!
¿Dónde están los expertos en transporte aéreo de la DGAC?