Hace unos días el legendario rotativo británico “The Times” –el mismo que apoyó el Brexit–publicaba una lista de pueblos españoles para “perderse”. Eran estos. Níjar en Almería; Stenil de las Bodegas(Cádiz); Roda de Isabéna (Huesca); Tazones(Asturias); San Martín de Trevejo (Cáceres) y Bonilla de la Sierra en la provincia de Ávila. Conozco algunos de estos lugares y sólo puede decirle al redactor turístico del “Times” que tenemos parecidos gustos.
Pero el hecho de que un medio inglés, tan relevante como diferenciado, haya puesto sus ojos en estos apartados rincones de la geografía española es un datos de primera magnitud que viene a confirmar el fervor turístico de una España profunda que se está levantando con su propio pie en busca de un negocio propio con fines de supervivencia.
Ya sé que nunca será un turismo de masas. Afortunadamente. Casi la España rural lo que busca es asirse a un futuro mínimamente económico para no morir de inanición. Se ha visto con gran nitidez, en la última edición de Fitur, comarcas españolas que quieren sacudirse a toda costa la deriva del pasado y buscan en el turismo fidelidad a sus propios ancestros, sí, pero también con la clara intención de abrir una nueva industria –a ser posible limpia y resistente al tiempo– que les permita continuar siendo lo que son.
España se ha hecho grande en el turismo mundial por sus miles de kilómetros de playas, sus extraordinarias infraestructuras, sus profesionales determinados y un largo etcétera. Esos ingredientes se necesitan ahora para abrir nuevos horizontes en un turismo diferente y que, en cualquier caso, nunca podrá optar a los millones de clientes y visitantes que buscan las tres X. Pero tampoco se puede despreciar, a mi entender, esa espita, incluso desde el punto de vista de la caja. Entre otras cosas, porque dispone de ingredientes caros, básicamente gastronómicos y culturales.
Me preocupa el hecho de que estén siendo extranjeros los principales mentores del turismo rural. Hace un mes, otro gran diario en inglés, “The New York Times”, apuntaba a un rincón de la Ribera del Duero como un destino “imprescindible” dentro de las escapadas anuales señaladas por el diario de Nueva York. Con todo lo que ello conlleva. Más a más y mejor a mejor. Si desde fuera te indican el camino y te hacen la promoción gratis lo único que habrá que hacer es no poner puertas al campo. Algo tan simple como eso y sobre todo hacemos de la necesidad virtud.
A ver si de una vez por todas los empresarios y profesionales del turismo español, entre los mejores del mundo, se toman en serio esta alternativa a lo ya existente sin necesidad de liquidar nada, ni anteponer nada.
Hay, se lo cuento yo, un anhelo determinado en la España profunda por abrirse al viajero y visitante; al fin y a la postre no buscan otra cosa que ser “camino, posada y viento…”, con móvil e Internet incorporado.
¡O lo hacemos, amigos, o sencillamente nos lo hacen!
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