Conocí a Manuel Marrero hace 27 años, cuando daba sus primeros pasos en el sector turístico. Coincidimos en Santa Lucía (Camagüey) en unos cursos de formación de Gaviota, la empresa turística de l as Fuerzas Armadas de Cuba. Entonces en el país antillano no había ministerio de Turismo y la figura relevante era el presidente de Cubancan, Abraham Maciques.
El recordado Luis Callejón, pionero de los españoles en apostar por Cuba, fue el que me lo presentó. Desde entonces he mantenido una relación muy cordial con el hoy flamante primer ministro cubano. Su nombramiento ha sido una grata noticia por su talante y formación. Siempre pensé que era un puntal en el Gobierno de la mayor de las Antillas.
No me sorprende que Marrero Cruz haya llegado a ocupar tan alto cargo. Y es muy bueno para los inversores hoteleros españoles que una persona que ha desempeñado el puesto de ministro de Turismo durante 15 años alcance una posición cimera en el Gobierno del país caribeño. Sus relaciones con las familias Escarrer, Fluxa y Codolá son excelentes. Marrero fue director de los hoteles Río de Luna y Río de mares.
Seguro que los responsables de Meliá, Iberostar y Valentín estarán contentos con su nombramiento, así como otros empresarios de nuestra patria. Durante años trabajé con la madre de los hijas de Marrero en el hotel Cohiba, el gigante hotelero del malecón habanero. A mi hermano Rafael, editor del Grupo Preferente, siempre le dispensó un afectuoso cariño.
En lo personal, nunca olvidaré los momentos tan alegres que pasamos hace 11 años en la Casa de la Troba de Trinidad. Allí, y tras una jornada de trabajo en esta linda ciudad, y en playa Ancon, deleitamos a un grupo de turistas canadienses desde el escenario con distintos instrumentos: el propio Marrero, Fluxá, Codolá padre (que en gloria esté), Bonillo y los hermanos Caballero.
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