La desesperación cunde en el sector turístico, el más afectado por la crisis del coronavirus y principal generador de puestos de trabajo en España. Y la desesperación cunde porque ha pasado ya un mes desde que se decretó el estado de alarma, y el Gobierno de Pedro Sánchez no ha dado ni una muestra de haber trazado aún un plan amplio de ayuda específica al turismo, al contrario del resto de grandes países, que sí lo han hecho pese a que esta industria no es tan preponderante como en España.
Muy pocos son capaces de rebatir ya que si España es el país del mundo con mayor cifra de muertos, contagiados y sanitarios infectados por el Covid-19 es porque el Gobierno llegó tarde en sus medidas, quizás condicionado por su obsesión por la propaganda. Y también, porque durante las últimas semanas ha sido incapaz de abastecerse de material, con algunos fracasos ridículos, para proteger al personal más heroico y sensible, que son nuestros sanitarios.
Y pese a que desde el primer momento se anticipó que al confinamiento total de la población le seguiría una crisis económica de caballo, con la mayor incidencia en el turismo y la restauración y el ocio, el Gobierno español no ha adoptado ningún plan amplio específico, aún con un plazo desde el estallido de la pandemia de un mes de tiempo, en el que se desconoce a qué se ocupan los encargados del Ejecutivo para un sector que vive ahora su momento más dramático.
Los Gobiernos de Estados Unidos, Alemania, Reino Unido o Francia fueron capaces desde el primer momento de adoptar, de forma paralela, medidas para contener tanto la crisis sanitaria como la posterior gran declive económico, buscando dar cierta certidumbre y una hoja de ruta a sus industrias generadoras de empleo e impuestos. Los contactos con los representantes del Sector han sido continuos en estas potencias, a diferencia de España.
Esos Gobiernos han demostrado hacerse responsables del devenir de sus países, sin buscar culpables en Europa, la oposición política, los millonarios, la jefatura del estado o el sistema económico. Pero en España, al pico de la desesperación ante la falta de sensibilidad e iniciativas gubernamentales se llegó con la entrevista de este domingo a la ministra Reyes Maroto, quien, como en su rueda de prensa la pasada semana, fue incapaz de exhibir que hayan estudiado una sola medida de enjundia específica para el Turismo.
El desprecio político al Turismo ha sido una constante desde hace mucho antes de esta crisis, pero nunca se ha hecho tan evidente como cuando se vive la peor hora del Sector. Llegar tarde a la crisis sanitaria ha demostrado tener un peaje extremo en forma de vidas, y lo mismo va a ocurrir evidentemente con la recesión económica. Y así, visto lo visto, las esperanzas de una acertada y anticipada ayuda gubernamental son por tanto mínimas.
El Gobierno tiene la opción de contener una crisis que sí es inevitable, pero de la que, con una actuación correcta y consensuada ahora mismo, se pueden salvar cientos de miles o incluso millones de puestos de trabajo para el futuro, y evitar agrandar los males. Aunque no hay que olvidar que también existe la alternativa de no hacerlo o hacerlo mal, y seguir con la estrategia de continuar buscando los culpables fuera.
No obstante, esta vez puede salirles caro, pues ellos mismos temen que tendrán difícil aguantar en el Gobierno si el otoño se presenta presenta con cinco o seis millones de parados, tras una temporada turística aciaga como se presume. La desesperación, por tanto, empieza a ser máxima. Urge un plan o una hoja de ruta para dar algo de certidumbre en medio de la tormenta que se avecina. Un programa de salvación de empresas, que aunque muchos ya lo sepan, hay otros que olvidan que son las que crean el empleo.
El motivo clave para agravar y alargar la próxima crisis económica es que la desconfianza en el futuro haga que la demanda se contraiga, al destinar la gente su dinero al ahorro en vez de al consumo, ante la falta de medidas y de planes para sostener y salvar a los sectores más afectados, con recortes fiscales ineludibles como se ha hecho en el resto de grandes países. Estas cancelaciones de impuestos serían decisivas para amortiguar la crisis, aunque lo más importante para convencer al Gobierno de hacerlas es que también les ayudaría a ellos a tener más opciones de salvar su puesto.
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