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EDICIÓN ESPAÑA

Garzón: precario, estacional y de bajo valor añadido

 

El sector turístico español, la industria más perjudicada por la crisis del Covid19, se ha echado encima de un idiota estructural como Alberto Garzón, presunto líder espiritual de Izquierda Unida (antes era Izquierda Unida, ahora no se sabe lo que es) y fundido en un abrazo perpetuo con el de la coleta, otro que tal baila.

Los que hemos luchado por el turismo de este país no tenemos por qué aguantar que el tal Garzón haya dicho que España y su industria turística pasan por una situación de debilidad estructural y que nuestra industria turística es precaria, estacional y posee un bajo valor añadido.

Son tres adjetivos que le vendrían muy bien al propio Garzón: precario (durará poco en política), estacional (a lo mejor le sienta mal la primavera) y de bajo valor añadido, sencillamente porque no sirve para nada como político.

Ha dicho también que España no está en condiciones de competir con otros países de Europa cuando la industria turística española, surgida a fuerza de sangre, sudor y lágrimas, es la más pujante del continente europeo y la más que suma al PIB de un país de la Unión.

Es decir, que Garzón o no fue esa semana a clase o bien la Universidad no pasó por él, aunque él si haya pasado por la Universidad (es economista y master en Economía Internacional). Cuando uno atraviesa por épocas como la que está viviendo España me parece fatal que los políticos se dediquen, encima, a desanimar. Parece como si estos de Unidos Podemos (yo me niego a feminizar el nombre porque aquí el masculino es generalista) sólo sepan destruir, jamás construir, y que les da rabia que el sector permanezca unido y deplore sus métodos de gobierno, que han arruinado España.

Quienes nos hemos dedicado al turismo con auténtica devoción y sacrificio no deberíamos permitir estos desmanes dialécticos que lo que hacen es crear confusión y angustia. Lo que tenían que hacer estos inútiles es crear un auténtico Ministerio de Turismo, que sumara y no restara; que defendiera los legítimos intereses del sector y no los boicoteara. Que contribuyera a unir a España y no a destruirla. Que fuera capaz de aportar ideas para no caer en la más absoluta ruina, como estamos a punto.

Esto es lo que tenían que hacer Garzón, su jefe Iglesias y su súper Sánchez, tres calamidades en la España de las calamidades. Porque para desanimar son únicos y para descalificar el trabajo de millares y millares de personas que trabajan por el turismo –y no como ellos, que viven del cuento, bueno, de nuestros impuestos— son unos campeones.

Ya está bien de sabotear a los que, sencillamente, cumplen con su deber con honestidad y con sentido de país.


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