A finales de octubre, Tailandia comenzará a reabrir sus fronteras a los extranjeros y reactivará su industria turística, tras meses de cierre. Un vuelo desde China será el primero que devolverá al reino al camino de la normalidad. Un camino desde luego muy largo y por el que Tailandia parece quiere avanzar muy lentamente (Tailandia: peligran los elefantes por la ausencia de turismo).
Tailandia recibía 40 millones de turistas internacionales cada año. 2020, naturalmente, no será igual porque desde finales de enero el país está prácticamente cerrado a los visitantes. El saldo de la enfermedad es igualmente ridículo: 59 muertes hasta ahora, lo que para su dimensión es prácticamente nada.
La reapertura se inicia con todas las cautelas: sólo podrán visitar Tailandia los viajeros de países de bajo riesgo y todos los recién llegados deberán estar 14 días en cuarentena, lo cual no supone mucha normalidad. Los primeros en llegar serán un grupo de 150 turistas chinos que viajarán a Phuket, según informó la Autoridad de Turismo de Tailandia. Dos vuelos más, uno con pasajeros chinos y otro con viajeros europeos, seguirán en esta secuencia, si no hay problemas con el primer grupo.
El primer ministro Prayut Chan-O-Cha dijo a los periodistas que solo se permitiría la entrada a Tailandia a un número limitado de viajeros y que serían monitoreados a través de pulseras y aplicaciones de teléfonos móviles. Los operadores turísticos del país han luchado para mantenerse a flote durante la pandemia y han instado al gobierno a aliviar las restricciones fronterizas.
La economía de Tailandia podría contraerse hasta un 10,4 por ciento este año, según un pronóstico del Banco Mundial publicado esta semana.
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