Turismo y Podemos: los errores propios

En una sociedad maniquea y simple, los partidos políticos, sobre todo los nuevos, necesitan enemigos fácilmente identificables, contra los que construir su identidad. Podemos tiene en la Corona un enemigo contra el cual está edificando su base electoral. Y buscaba hace tiempo un enemigo empresarial en esa misma línea. 

Toda persona inteligente habría pensado que la industria del armamento podría ser una buena candidata. Pero no, seguimos vendiendo a Arabia las armas con las que se mantiene la guerra de Yemen y Podemos no lo ve. Yo hubiera dicho que la banca también tenía números para ser ese rival simbólico, porque ha sido rescatada con dinero público, está despidiendo trabajadores en cantidad y su negocio se basa en el dinero ajeno. Pero tampoco. ¿La industria del motor? Produce vehículos contaminantes y es íntegramente de propiedad extranjera. Tampoco. ¿La agroindustrial, que compra barato a la gente del campo y vende mucho más caro, sin trasladar los beneficios? No, tampoco.

La construcción, controlada por un grupo pequeño de grandes empresas, cuya cultura de relación con las administraciones públicas es muy sospechosa, podría ser otro enemigo, pero, como hemos visto, tampoco Podemos ha reparado. ¡Cómo no!, las eléctricas, conocidas por su situación de monopolio, por su infiltración desde siempre en los círculos del poder, eran otras candidatas a ser ese enemigo simbólico para un partido rompedor. Pero no la han visto.

Tras varios meses de rencillas, el turismo parece haber asumido el papel de ‘pim, pam, pum’ de Podemos. Un sector íntegramente en manos españolas, que genera empleo masivamente y precisamente entre los sectores sociales con menos formación, que es de los menos contaminantes, que ha extendido su modelo a otros países e importa divisas, se ha convertido en el enemigo. Primero fue Alberto Garzón el que apuntó y ahora es Iglesias el que dispara.

Naturalmente, cuando ocurre esto, hay que mirar al propio sector y preguntarse cómo nadie se ha movido, cómo no se ha producido un acercamiento, cómo no se ha desactivado esta tensión. Porque, una vez que Podemos ha declarado la guerra, una vez que los líderes se han decantado, es muy difícil que frenen, que maticen, que reconduzcan sus masas. Ya estamos viendo cómo todos sus apoyos se han lanzado a por el turismo, ignorando todas las actividades económicas auténticamente depredadoras que hay en este país.

En mi opinión, en este asunto hay culpa propia. No es posible que nadie del turismo haya prevenido esta situación; que haya intentado reconducir las cosas tras bambalinas. Porque nadie se pensará que la industria del armamento, por ejemplo, ha pasado desapercibida por pura coincidencia, por casualidad.

Hay un problema propio de liderazgo, de claridad de ideas, de comprensión de la situación, que el turismo debería hacerse mirar. Naturalmente que Podemos es un partido oportunista y simplón, que busca el poder, pero eso es la política española, ante la cual se exigen actitudes inteligentes y sutiles.

Observen, por ejemplo, cómo toda la memoria histórica y democrática de la izquierda ignora cuidadosamente al financiador del levantamiento. Hablando se entiende la gente. Y el turismo, me da que no ha sabido hablar ni ha entendido cómo moverse en una política básicamente podrida.