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Lecciones de autoayuda para los depresivos profesionales turísticos

Hemos sido el país que más ha caído, pero pese a la desgracia política en nuestro peor momento, tenemos bastantes opciones de ser el que más crezca el año que viene
Antes o después, empresas nacerán, los empleados volverán a estar ocupados, y el sector se habrá vuelto a reinventar

Entramos en los momentos más depresivos para los profesionales turísticos españoles. Desde este domingo los días desde serán más oscuros, y el mayor deterioro para el ánimo viene de la falta de luz, literal y figuradamente. No puede negarse que hay más motivos que nunca para el pesimismo, pues súbitamente todo se ha puesto en contra para la totalidad de la cadena turística. Y se hace necesario aceptar la realidad de que vienen meses duros, porque autoengañarse se paga a la larga. Pero es precisamente a la larga en lo que deben concentrarse las mentes de quienes trabajamos en la industria más hermosa.

Hay salida. Todo esto pasará. Y no porque haya que creer porque sí, sino porque la fuerza de los argumentos es abrumadora. En primavera todo eran incertidumbres, ya que no se sabía nada del virus, ni de si acabaría llegando la vacuna, ni de cómo organizarse económicamente ante una debacle así. En cambio, hoy ya hay certezas, tests rápidos, varias vacunas que en algún momento del 2021 ya estarán disponibles para muy amplias capas de la población. Y el vigor económico de China o Alemania prueban que, efectivamente, hay salida.

Pero hay que asumir la situación actual. De la noche a la mañana somos el sector apestado. Los bancos han dado un vuelco a su tono con el Turismo y ahora aprietan hasta a los más solventes. La mayoría de empresas está al límite, aunque algunas cuya viabilidad ya era una quimera antes del virus, ahora han conseguido alargar su agonía gracias a las medidas extraordinarias de ERTE y créditos ICO con los que han saneado parte de su deuda anterior. Ahora bien, los despidos están siendo desde ya inevitables para salvar a gran parte de las plantillas.

Hemos sido el país que más ha caído, pero pese a la desgracia política en nuestro peor momento, tenemos bastantes opciones de ser el que más crezca el año que viene. Dependemos de británicos y alemanes, con gestiones más serias y con un mercado emisor turístico cuyo poder adquisitivo se va a ver menos resentido que el bolsillo de los españoles. Hay además más ganas que nunca de viajar a España, porque tenemos unos activos turísticos que nadie más atesora: la gente, la comida, el clima, las playas, la historia, las infraestructuras, la seguridad, la cultura, la naturaleza…

Este otoño va a ser el más desalentador que jamás hayamos afrontado. Las perspectivas van a ser de ingresos paupérrimos hasta acercarnos a Semana Santa. Apenas va a ver ilusiones a las que aferrarse en las próximas semanas. Todos los profesionales de esta industria hemos tenido que derruir nuestro tren de vida. Los cambios nos han sobrevenido más rápido de lo que nunca hubiéramos imaginado, y acostumbrarse a una transformación tan súbita y profunda siempre es traumático (Querido sector turístico: por qué superaremos esta crisis).

Pero incluso en las peores desgracias como estas, también cabe valorar lo poco bueno que en todo cambio hay. Hemos dado más peso a las cosas realmente importantes, y nos hemos unido más a nuestros cercanos. La concienciación sobre la sostenibilidad medioambiental también ha dado un salto fulgurante, y recogeremos los frutos con el tiempo. Ha brotado una oportunidad de regenerarse, con el fin de pensar en el futuro con optimismo. Un futuro con muchas incertidumbres aún, pero también con algunas certezas indiscutibles, como la fuerza de lo digital y la transformación tecnológica (Encarna Piñero: “Es fundamental que todos los actores del turismo estemos unidos”)

No puede obviarse que muchas empresas desaparecerán, y muchos trabajadores se van a quedar sin empleo. Algunas quebrarán antes y otras después, aunque quiebras y despidos las ha habido siempre, y siempre han vuelto los nuevos proyectos más adaptados a la nueva realidad. Antes o después, empresas nacerán, los empleados volverán a estar ocupados, y el sector se habrá vuelto a reinventar, algo que la industria turística, a distinta velocidad, viene haciendo en los tiempos pasados como ninguna otra. Llevará tiempo, por lo que no solo cabe dedicarle espacio en la mente a lo negativo, sino integrar también las certezas positivas del largo plazo.

En España el capital humano del turismo es de primera. Nada hay mejor en nuestra industria que la calidad personal y profesional de la gran mayoría de sus profesionales. Eso hace que siempre habrá inversores con el afán en algún momento u otro de ubicar su dinero en crear proyectos con los que beneficiarse de las capacidades técnicas de un empleado formado y competente. Será necesaria mucha paciencia, pero no hay que caer en la desesperanza, porque a largo plazo no hay motivos (Escarrer, padre e hijo, compran acciones de Meliá para tranquilizar a los inversores).

La situación es muy dura hoy, pero caben tener presentes los sobrados motivos para concienciarse de que hay bastantes opciones de un rebote agudo. No es productivo negar la gravedad del momento actual, pero tampoco atisbar una oscuridad absoluta para siempre. Tenemos demasiada fuerza como para no sobrevivir de la manera que sea y cuando sea a este trance histórico. Ahora la energía debe centrarse en mantener la salud mental, lo más valioso que tenemos y también lo más amenazado hoy. Hay que estar muy alerta para evitar la depresión, la ansiedad y el estrés, y sacar lo mejor de nosotros. Siendo conscientes de la amenaza, es más fácil afrontarla.

Hay que convivir con estas restricciones con la mejor actitud posible, pues cualquier otra cosa no sirve de mucho. Todo pasará, y también los políticos cuya incompetencia y sobre todo maldad y mentiras tanto nos empobrecen, material y espiritualmente. Y mientras pase, será de ayuda inventarnos una manera con la que sobrellevar unas adversidades que son parte de la vida. Nuestra industria es la más humana, y también por ello tenemos más herramientas para defendernos, como una empatía especialmente desarrollada con la que armarse para estos meses duros.

La botella, en suma, no se trata de verla solo medio vacía o medio llena, sino globalmente. Es decir, por la mitad. Así que, queridos compañeros de nuestro amadísimo sector, hay que aguantar. Tenemos sobradas razones para confiar en nosotros mismos. Somos una industria que siempre nos hemos sabido adaptar con agilidad. Somos unos profesionales que siempre hemos sabido encontrar soluciones. Somos creativos como para descubrir el equilibrio entre los intereses del entorno y los propios. Somos el mejor país del mundo, de modo que desde Preferente os alentamos a que no dudéis ni un momento: volveremos con más empuje que nunca (Querido sector turístico: cómo resistir y no deprimirse).

 


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