Mallorca: no se muerde la mano que da de comer

El reparto de la vacuna en España está retrasándose. Pese a que las cantidades de dosis entregadas por el fabricante alemán son mínimas, las comunidades autónomas se están mostrando desbordadas por el desafío logístico de ponerlas en el lugar adecuado. En algunos casos, como en Ibiza, apenas se ha vacunado a unos pocos ancianos. En Mallorca, igualmente, las cifras de vacunados son muy bajas. Si este ritmo de vacunación se mantuviera, algunos análisis apuntan a que serían necesarios trece años para inmunizar a toda la población española. Sólo Canarias está yendo relativamente mejor y, encima, necesitaría una eternidad para vacunar a toda la población.

Algunas justificaciones de las autoridades políticas, absolutamente inadmisibles, apuntan a que estábamos en fiestas y que, por ese motivo, hubo retrasos. Nos están diciendo que cuando acabemos las vacaciones vacunaremos. En algunas autonomías, el calendario de la vacunación excluye festivos y fines de semana, como si esta no fuera una situación crítica, como si cada día no contara.

En sí misma, esta es una situación intolerable si pensamos que el país depende del turismo y que todos los retrasos que tienen lugar hoy, suponen días y meses de inactividad para la primavera y posiblemente el verano. 

Encima, este retraso también supone vidas humanas, incluso en festivos y fines de semana, porque el virus mata todos los días. Esto, por supuesto, es un tema que desborda a una publicación turística, pero que no deberíamos ignorar por obvias razones humanitarias.  

En este contexto, una patronal de pequeños hoteleros de Baleares ha expresado en términos educados pero inequívocamente críticos su indignación pública por la incapacidad del Govern Balear para hacer llegar las vacunas a sus destinatarios, mostrando su desesperación por los efectos económicos que esto puede generar. O, mejor dicho, por el agravamiento de la ya profunda crisis que viven los trabajadores y empresas de este sector.

Sin embargo, la Federación Hotelera de Mallorca, la gran patronal turística de Baleares y la de más peso en España, se mantiene en silencio. Hasta este miércoles de Reyes no había encontrado ni un segundo para pronunciarse. En los diecisiete días que van desde que la vacuna se aprobó apenas se han aplicado unos miles de dosis, nadie sabe cómo se va a llevar a todo el mundo, no hay profesionales disponibles para aplicarla y los portavoces del sector económico más afectado, el turismo, no tienen nada que decir. Probablemente incapaces de encontrar razones para aplaudir, callan.

Esto deja en evidencia lo que ocurre desde hace meses con la Federación Hotelera y también con la 'gran' patronal de Baleares, la filial de la CEOE, en la que están incardinados los hoteleros: sumisión completa al poder político de cuyas ayudas y subvenciones viven desde hace años. Por eso, sólo se les oye aplaudir. Que lo hagan, cuando las cosas se hacen bien. Pero ya hace tiempo que la política económica española y de muchas autonomías dista un mundo de lo que se hace en Francia o en Italia, por citar los ejemplos más cercanos, sin que tengan nada que decir. El asunto de las vacunas, sin embargo, es tan exagerado que hasta los pequeños hoteleros no han podido contenerse. Los grandes, por el contrario, siguen callados. Esto no va con ellos. 

En algunos momentos, como el retraso en la aprobación de la política de Ertes, la 'gran' patronal balear, en el colmo de los ridículos, ha dejado inequívocamente claro que cuestiona al gobierno de Madrid, que no es el que subvenciona su existencia, pero no al local. En sus comparecencias, sólo les faltaba pedir a los periodistas que les confirmen si se han entendido bien que no critican a quien les paga sino a Madrid, que pilla lejos. 

Los hoteleros de Mallorca están inventando un nuevo tipo de 'lobby', que se podría comparar con los sindicatos amarillos: aquel que en lugar de defender los intereses de sus afiliados ante el poder político, defiende al poder político ante sus socios. Viene a ser un agente electoral más. Francamente, entre hacer de Aurelio y lo opuesto siempre cabía un punto intermedio. 

Que nadie lo dude pues, las vacunas pueden esperar porque los hoteleros de Baleares nunca muerden la mano que les da de comer. Se vive mejor de las administraciones públicas que de las cuotas de los afiliados.