La maldición de Barcelona

Que una gran ciudad como Barcelona sufra disturbios durante casi dos semanas consecutivas es grave. No obstante, el peor problema es que esta situación, de forma intermitente, viene registrándose desde hace ya unos tres años, lo cual es mucho más serio. No siempre todo el foco de los ataques es el sector turístico, pero sí es verdad que este se ha llevado una cuota superior a su presencia en el mercado. Sean agencias, hoteles, el transporte turístico, el bus panorámico o incluso los propios visitantes, todos han sido atacados en algún momento.

Esto es tremendamente dañino para la imagen turística de la ciudad. Al viajero internacional no le importa prácticamente nada qué conduce a la violencia: sólo quiere paz y huye de los conflictos.

Sin embargo, en Barcelona ocurre algo un poco más grave que todo lo anterior: existe una situación de tolerancia por parte de algunos grupos políticos con la violencia ajena al ordenamiento legal y, peor aún, algunos de estos partidos y grupos son incluso promotores de estos incidentes.

Los estallidos, las protestas, sin ser deseables, pueden ocurrir en cualquier ciudad. Sin embargo, la función de la policía y de las autoridades consiste en promover la paz y la estabilidad. Este es el punto en el que en Barcelona hay dudas y la sola incertidumbre es suficiente motivo para explicar por qué desde hace ya unos años el turismo está en retrocesión.

Ni Barcelona ni sus habitantes se merecen vivir en un clima como el actual, con la connivencia cuando no el apoyo de parte de algunos políticos. En todo caso, para su desgracia, esto es lo que acaba de salir de las urnas, cuando hay pleno conocimiento de qué defiende cada uno. No es un hecho sobrevenido, ante el que pueda aducirse desconocimiento o ignorancia. Todo el que quiera puede tener amplia información sobre qué esta sucediendo.