Europa aprieta pero no ahoga. O, visto al revés, Italia hace el gamberro pero al final siempre se sale con la suya. Hace pocas semanas, la Comisión Europea dijo que sería dura con Ita, la nueva compañía que se va a quedar con los bienes de Alitalia, porque quiere que desde el principio opere con reglas de mercado. Alitalia hace varias décadas que no sabe qué es el mercado, sin que Europa haya hecho más que retrasar toda clase de medidas (Europa se pone dura: no permite la marca Alitalia).
Ahora, pese a todo lo anunciado, se han resuelto la casi totalidad de los problemas y parece que persiste uno: los derechos de aterrizaje, o slots. Los derechos de aterrizaje en los aeropuertos, especialmente en algunos de ellos, en Europa y en Estados Unidos, son muy caros. Ita no quiere ni pensar en renunciar a ellos. No tiene nada que ver volar a un aeropuerto principal que a uno marginal. Esa es la única ventaja que aún le puede quedar a una compañía de bandera (La nueva Alitalia tendrá un 75% menos aviones).
La Comisión Europea exige a la empresa italiana que renuncie a una serie de slots. Es lo mismo que se le exigió a Lufthansa en Frankfurt y Munich. Pero el gobierno de Roma dice que la nueva aerolínea de bandera también debería tener sus slots y parte de los activos de su predecesor. Ita ha rechazado la idea de renunciar a las franjas horarias en el aeropuerto de Milán Linate, donde Alitalia tenía más del 50 por ciento de los segmentos antes de la pandemia.
Los que recuerdan la historia, los que conocen la capacidad negociadora de Europa, los que saben en qué situación de impopularidad se encuentra la Comisión Europea, aseguran que esta es una cuestión de horas y que Ita volará exactamente como quiere el gobierno italiano.
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