¡Quién hubiese dicho que dieciocho meses después del inicio de la pandemia íbamos hoy a estar en el caos en el que nos encontramos!
En primer lugar, la información en Europa no circula, es heterogénea, cada uno va por su lado. En Europa y en España.
En segundo lugar, no existe la menor coordinación. Mientras España celebraba que al menos Baleares podrá tener turistas ingleses, Merkel y Macron se conjuraban para obligar a los británicos a tener una cuarentena si viajan a sus países y pretendían que eso fuera lo que acordara la Unión Europea. La ministra española de Exteriores, al mismo tiempo, decía que esto no va con España.
En tercer lugar, hemos hecho unos pasaportes que demuestran si estamos vacunados, pero no sirven para viajar porque en Estados Unidos, por ejemplo, no reconocen lo que dice el pasaporte. Ni en Londres. Dentro de Europa, cada uno va por su lado. El turismo y el transporte aéreo siguen padeciendo esta sensación de improvisación.
Ha pasado suficiente tiempo como para poder afirmar contundentemente que los políticos europeos no están a la altura. No es posible que aún sigamos como estamos. Uno llega a dudar de que un día volvamos a poder viajar sin la intromisión absurda de los políticos, sin las normas ridículas, sin este caos de disposiciones que nadie entiende porque simplemente no hay nada que entender.
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