El cambio de ministros decidido por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha mantenido intacto tanto el encaje del Turismo dentro de un ministerio con otras competencias sin sinergia, como a una ministra llamada Reyes Maroto y cuestionada por sus errores pese a sus amables modales.
Esta crisis de Gobierno ha supuesto así una nueva oportunidad que pierde el Turismo para que reciba un peso político estatal más proporcional a su aportación a la creación de empleo, de riqueza y de tributación, que contribuyen todas ellas decisivamente al sostenimiento de los servicios públicos y a la estabilidad social del país.
Una de las lecturas que los analistas han expuesto sobre la remodelación del Ejecutivo es que su fin es relanzar la recuperación económica, mejorar la relación con Cataluña, y mostrar un perfil más joven y femenino que refuerce la conexión con la España real, tras los últimos sondeos que reflejan una creciente distancia entre la propaganda del Gobierno y lo que vive la ciudadanía.
En el aspecto de la recuperación económica, a corto plazo solo el Turismo puede permitir el aumento del empleo y un crecimiento acusado del PIB, mientras también a largo plazo, solo el Turismo puede propulsar a su alrededor las prioridades de futuro como la sostenibilidad y la digitalización, como viene haciendo en los últimos años de forma pionera en España.
El Turismo, por todo ello, merecería más que nunca un realce político, de igual forma que lo tienen en todos los grandes destinos competidores de España. El deseado ministerio propio se ve como algo utópico, pero sí al menos junto a otras competencias con una sinergia más clara, como con Transportes. Y como guinda, con un ministro con mayor peso que la actual y sus antecesores.
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