Cuando una región no tiene turismo, sus políticos siempre tienen una solución: coger el talonario y pagarle a las aerolíneas para que hagan como que tienen viajeros. Y lo hacen, cobrando. Cuando la respiración asistida se desconecta, los vuelos acaban.
Esto es lo que volverá a suceder ahora en Asturias para que el gobierno regional pueda decir que ha captado turismo –cosa que sí ha sido verdad este verano, pero con viajeros que sobre todo han ido en coche--. Se ha convocado un concurso de 9,3 millones de euros para la promoción turística de en destinos desde donde se quiere captar al viajero. Ya ocurre lo mismo con destinos desde Andalucía y Valencia, con otros 3,4 millones.
¿En qué consiste esto? Se le llama contrato de promoción turística pero básicamente consiste en financiar a la aerolínea ganadora para que ponga vuelos allí donde ellas no lo ven hoy viable.
El nuevo riego de dinero está destinado a que las compañías ofrezcan vuelos a y desde Londres, Bruselas, Milán, Düsseldorf, Lisboa y Barcelona. Lo de Barcelona parece garantizado porque hay suficiente demanda; lo demás es bastante más complicado.
La cuestión que el votante –o el contribuyente– debería analizar no es si se gastan o no doce millones de euros en las aerolíneas –con la mentirijilla de decir que es promoción turística– sino saber si cuando ese dinero se deja de pagar los vuelos continúan, si se mantiene la necesidad por las rutas, si se ha sembrado algo, si los habitantes de esas ciudades siguen volando a Asturias, como resultado de las conversaciones que tienen con amigos y conocidos. Si se lograra, no todo el dinero se habría tirado a la basura; si no, como ha venido ocurriendo en los experimentos anteriores, todo sería inservible.
El gran problema de estas políticas es que los políticos creen que si no hay turistas internacionales es porque su producto no es bueno. Realmente no es así: Asturias es excepcional, pero probablemente le falte remarcar una identidad como destino de algo, sea verde, sea histórico, sea cultural o sea gastronómico. Tiene un poco de todo, pero no logra destacar en nada. Probablemente sería mucho más útil repetir, con otros argumentos, lo que Galicia hizo excepcionalmente bien con el Camino de Santiago que, no obstante, no ha bastado para llenar sus tres aeropuertos. Pero esto, lo de ofrecer tres terminales es otra historia.
Miserable.!!!