Hace unos días, tanto Inglaterra como Gales habían decidido acabar con la complicada exigencia de dos test de Covid al entrar al país, bien sea para extranjeros o bien para nacionales que regresan de un viaje. Las pruebas PCR que aún hoy se exigen –hasta el próximo día 4—tienen un coste disuasorio para cantidad de viajeros potenciales, de manera que Gran Bretaña es de los países europeos con menos recuperación del turismo (Protestas en Escocia, el último reducto del cierre de fronteras).
La industria aplaudió la decisión de cambiar las dos PCR por una prueba de antígenos, más rápida y sobre todo barata. Pero Escocia, en cambio, dijo que no iba a modificar su política.
Inmediatamente el sector turístico se lanzó contra el gobierno, acusándola de la ruina en la que está cayendo la economía de este sector. Además, como no hay controles fronterizos, es posible que muchos escoceses se fueran al extranjero desde Newcastle o Manchester, burlando la prohibición en sus aeropuertos.
De manera que el Gobierno se lo pensó y rectificó. Ayer, el secretario de Transportes –estas cosas nunca las anuncia el máximo responsable—, Michael Matherson, dijo que “a regañadientes hemos llegado a la conclusión de que por razones prácticas hacer lo mismo que el resto de Gran Bretaña es la mejor opción”.
El último reducto del cierre práctico de fronteras en Europa, por ende, concluye antes de haberse iniciado. “Corremos el riesgo de pagar el coste de tener medidas más estrictas y encima que los ciudadanos viajen a través de Gran Bretaña, con lo que nos quedaríamos sin el beneficio de la protección del cierre de fronteras”, dijo el gobierno, para explicar su cambio de criterio.
Igual que sucede en Inglaterra, la apertura sólo afectará a los viajeros con doble vacunación.
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