Cuesta mucho de entender, pero yo haré lo posible para aclararle lo que sea aclarable.
Desde ahora, aviones con el nombre Alitalia volverán a volar por los cielos del mundo. Con el
nombre y con el logo. Y trabajadores que han dedicado su vida a la compañía, ciertamente en
menor número que antes, volverán a llevar uniformes con su nombre. Y de nuevo, el gobierno
italiano ha puesto setecientos millones de euros para que pueda funcionar porque, como todos
sabemos, hace años que la aerolínea estatal italiana pierde lo que tiene y más. Pronto, como se
imaginan, aparecerá una segunda, tercera y sucesivas aportaciones al pozo sin fondo.
Sin embargo, oficialmente todo ha cambiado: los trabajadores que llevan el uniforme de Alitalia,
que vuelan en aviones con el nombre de Alitalia, subvencionados por el gobierno italiano, ahora
tienen el visto bueno de Bruselas, que está de acuerdo con esta operación de creación de una
aerolínea nueva. Por algo la nueva no reembolsa los billetes de la vieja, pese a que los clientes dicen
no entender nada.
Porque Bruselas es quien había dicho que Alitalia tenía que cerrar dado que ya no era admisible el
volumen de pérdidas, que ponía de los nervios no sólo a Ryanair sino a todo el tejido del transporte
de Europa, especialmente aéreo.
Pero es que, aunque no lo parezca, Bruselas tampoco miente: aunque usted vea trabajadores con el
uniforme de Alitalia, en aviones pintados como Alitalia, no es Alitalia. Vaya galimatías, propio de
Italia. Ahora lo que usted ve es una nueva compañía que no tiene nada que ver --¿no deberíamos
decir “mucho que ver”?-- con la vieja Alitalia; esta, dicen, no tienen deudas, se llama Ita, tiene otros
gestores, aunque sigue dependiendo del ministerio, se ha fundado sin deuda y dicen que tiene una
estrategia bien pensada.
Sí, a mí también me parece que esto suena a tomadura de pelo. Especialmente desde que Ita ha
comprado todos los activos de Alitalia. Me parece, en realidad, otro retraso en el destino inevitable
de una compañía pésimamente gestionada por los sindicatos que son, en realidad, quienes la
controlaban y siguen controlando.
Los sindicatos son el mal de Alitalia.