Leía ayer que una empresa digital británica ha conseguido dinero para crear unas plataformas para poner en contacto al viajero con la oferta complementaria en los destinos turísticos. En realidad, la noticia explicaba con detalles que una “start-up” acudió al mercado del capital riesgo y está desarrollando una app con ciertas características. Los promotores dicen que hay un problema: la oferta complementaria no está suficientemente digitalizada y que tienen este reto.
Al final, la noticia me da un poco lo mismo, lo que me interesaba es preguntarnos por qué este clima de innovación es tan habitual primero en Estados Unidos y después en algunas ciudades europeas –pocas, ciertamente—y menos aún en España, ni siquiera en la España turística. Ya sé que hay algunas iniciativas similares en casa, pero estamos de acuerdo que no hay un clima innovador, que nuestros jóvenes sueñan con ganar unas oposiciones antes que con una start-up, que nuestros bancos quieren financiar promociones urbanísticas antes que negocios intangibles y que nuestras autoridades hablan, pero no hacen.
Pienso en cómo fue posible que toda la intermediación turística que siempre se había quedado en Europa, primero en las agencias, después en los turoperadores, hoy se haya marchado a las grandes OTA que, sistemáticamente, son americanas. Nuestra carencia en materia tecnológica hace que tengamos el negocio pero perdamos la oportunidades de capitalizar sobre ello la innovación. Ni Airbnb, ni Booking, ni Expedia son otra cosa más que tecnología y, sin embargo, se llevan una buena tajada de nuestra primera industria.
Merece una reflexión.
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