Las hoteleras españolas afronta un largo tiempo de rentabilidad hundida a causa de la gran inflación en sus principales costes, como son los de personal, alimentos y energía, sin visos de abaratarse a corto y medio plazo.
El foco mediático se está poniendo en la demanda en el sentido de si este verano se recuperará un volumen cercano al de los años buenos, pero incluso en el escenario más positivo de cantidad, los hoteleros tendrán prácticamente imposible repetir en las tarifas los agudos encarecimientos de los gastos.
El horizonte más factible actualmente en cuanto a los ingresos es de pesimismo para abril y mayo, y algo de luz a partir de junio, después de un marzo de pérdidas históricas para los hoteleros que apostaron por adelantar sus aperturas y que han tenido que padecer una demanda hundida por la guerra en Ucrania y unos costes disparados (Las cadenas se lanzan a la reapertura masiva de hoteles).
Los tres principales apartados en la partida de gastos para los hoteleros son el de personal, donde los convenios han obligado a una importante subida salarial; el de alimentos, con una inflación generalizada de dos dígitos, y finalmente la energía, con precios en máximos en electricidad, gas y petróleo.
Este cóctel de gastos disparados y demanda afligida deja un panorama de rentabilidad hundida para los hoteleros, con el agravante de que necesitan como nunca beneficios no con el fin de destinarlos a dividendos, sino para ponerse al día con los bancos tras dos años de moratorias, carencias y refinanciaciones, o con la necesidad de liquidez para acometer renovaciones imprescindibles en muchos casos.
Las perspectivas para un buen número de hoteleras son oscuras habida cuenta del vencimiento de la moratoria a los concursos de acreedores a partir de julio, que puede acarrear un drama laboral ante la opción que cada vez cobra más fuerza de que por tercer año seguido queden bastantes establecimientos sin abrir durante la temporada alta.
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