La aerolínea americana JetBlue, una de las mejores low-cost del mundo, cerró este jueves la compra de Spirit por 3.800 millones de dólares, compañía de bajo coste mucho más popular, creando la quinta aerolínea más grande de Estados Unidos, por detrás de American, Delta, United y la low-cost Southwest.
La compra es en sí mismo una noticia porque hasta el último minuto hubo una agria puja entre Frontier Airlines y JetBlue para quedarse con Spirit. De hecho, casi todo el tiempo los accionistas de esta preferían unirse a Frontier, cuya oferta consideraban mejor. JetBlue, desde febrero, cuando empezaron las negociaciones, tuvo que ir mejorando su propuesta económica para mantenerse en carrera. En todos los sentidos, resultó sorprendente el interés extraordinario demostrado por esta cuando, en muchos momentos, su victoria parecía imposible.
Ayer, sin embargo, el mercado se manifestó, al saber la decisión final –a expensas de lo que digas las autoridades regulatorias en materia de competencia–: Frontier, que es la perdedora en la batalla, vio como sus acciones subían en bolsa un 16 por ciento, después de haber llegado a casi un 20 en algún momento. Y eso pese a que tendrá ahora que pagar 25 millones de dólares a Spirit porque había firmado un acuerdo por el que indemnizaría a la compañía si finalmente la compra no tenía lugar.
Sin embargo, JetBlue caía un 2,44 por ciento en bolsa, demostrando que por lo menos en el mundo de las finanzas el matrimonio no ha sentado bien.
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