Andalucía en Fitur: desperdicio de sus riquezas en todo un pabellón infrautilizado

El mayor expositor de Fitur como es Andalucía, la única comunidad con todo un pabellón para sí misma, ha vuelto a desperdiciar en esta edición todas las posibilidades que este encuadre privilegiado le permitiría.

La imagen del espacio de la región española más poblada ha sido demasiado homogénea, si se tiene en cuenta la variedad de riquezas y singularidades que se cobijan en su territorio.

Las ocho provincias andaluzas se han visto sometidas a una misma identidad paraguas en su estética, empezando por la configuración de los stands y terminando por la tipografía y detalles, formas y colores, que además poco vínculo transmiten sobre uno de los lugares más especiales de todo el planeta.

Las luces y colores como el rosa o el amarillo entre ondulaciones parecen lejos de reflejar atributos propios del sur de España, a lo que se une que la configuración del espacio con una especie de ‘U’ con un hueco central abona el desaprovechamiento de un lugar con tantas opciones.

El legado musulmán que es único en Occidente apenas resalta, de igual modo que tampoco los atractivos naturales, que van desde la playa a la nieve, y menos aún el patrimonio inmaterial, como la gastronomía, artes y sobre todo la humanidad.

La Junta, precisamente, venía de acertar con una de las mejores campañas turísticas de los últimos tiempos con lo de ‘Vienen por la playa/la Alhambra. Vuelven por Carmen/Paco’ para poner el énfasis en que, en alegría y hospitalidad, pocos ganan a los sureños. Pero ese espíritu apenas ha sido tan evidente en Ifema.

Porque bastante mejor podían reflejarse las bondades comunes de ese mini universo que es Andalucía, y las respectivas singularidades propias de una región que cobija la Giralda y a Picasso; la Mezquita y Sierra Nevada; el flamenco y la Alhambra; el atún y a Velázquez; el clima apacible y los kilómetros de playa; las tapas y el bullicio; la abundante y asequible oferta hotelera costasoleña junto al lujo de Puerto Banús, Sotogrande y Puerto Sherry; la Semana Santa y el golf; las gambas onubenses y los aguacates de la Costa Tropical; el aceite jienense y el espeto malagueño; los pueblos blancos y Doñana; el fino, la manzanilla, las ferias y el caballo; la tauromaquia; las carreras de motos; y un interminable etcétera.

Pero, pese a ello, algunos de los principales municipios turísticos andaluces han ceñido su participación en la feria a un par de folletos sobre el mostrador de su provincia, en lugar de haber contado con espacios propios, con más pantallas exclusivas, más sillas para reuniones y presentaciones tematizadas. Y todo eso, en un pabellón en cuyo centro cabría una isla en torno a la cual sí se mostrase el reflejo común de la región como la gastronomía y el baile con palmas, para sobresalir como el pulmón del sentimiento en Fitur.

Andalucía vive su momento de mayor optimismo en mucho tiempo, con el turismo como punta de lanza económica, y elevando el orgullo de los europeos que más corazón y pasión le ponen a la vida. Así, para la próxima Fitur convendría que fuera un fiel reflejo de que el territorio también se dispone a aprovechar al máximo cada uno de los escaparates donde se aprecien mejor que nadie sus incomparables atractivos.