Podríamos hablar de la presidenta del Govern de Baleares, Marga Prohens, pero también de la mayor parte de la cúpula de ese partido. Hasta abril de este año, inclusive, defendían no poner límites al turismo, aunque hablaban de frenar la oferta ilegal, como si esta no se tuviera que frenar en todos los casos porque por algo es ilegal (Marga Prohens: “El modelo turístico del volumen ha llegado a su fin”).
Un lunes de mayo, sorprendentemente, el partido anuncia un cambio de postura. Lógicamente, el PP tiene todo el derecho a plantear el enfoque que desee.
Sin embargo, hay un problema que son los matices. El ser humano no pasa de ser un devoto del crecimiento para convertirse milagrosamente en un apóstol de lo contrario en unas horas. Y menos en un fanático. Las medidas que han anunciado algunos cargos del Partido Popular superan a algunas propuestas de Podemos, partido que lógicamente se congratula de tamaño cambio.
Está bien que haya un cambio de postura, pero a todos nos chirría que en días quienes defendían una cosa pasen a defender la contraria con igual vigor. Tengo delante un artículo de una dirigente del Partido Popular que cuestionó duramente la ley socialista de Turismo hace algo más de un año, por frenar la inversión y dejar a la mano de obra en el paro, y que hoy sigue acusando, pero exactamente de lo contrario: ahora la misma ley era un canto al crecimiento.
Todo exige una transición, sobre todo para ser creíble.
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