Si alguien los entiende, que me lo cuente. Ahora resulta que en la Escandinavia más ecologista del mundo suprimen los impuestos a la aviación para fomentar su utilización. Inaudito.
En 2018, Suecia introdujo una tasa para proteger el medio ambiente. Ahora la quita y no parece que sea porque ya está protegido el medio ambiente, sino porque no se aclaran.
El impuesto era, por pasajero, de 6 euros en los viajes europeos, de 23 en los de Oriente Medio, Asia, Rusia, Canadá y Estados Unidos, y de 36 euros al resto del mundo.
La respuesta inmediata de Ryanair es que va a ampliar vuelos, que reducirá de Alemania, donde los impuestos son altos y siguen subiendo, por las mismas razones.
Suecia dice que hay que aumentar la disponibilidad de vuelos bajando precios, lo que conducirá a un aumento de la competitividad. El país, como Alemania, está hoy un veinte por ciento de cómo estaba antes de la pandemia, lo que indica que el sector tiene problemas. Pero las soluciones en los dos países son, evidentemente, diferentes, lo que no obsta para que todos sean ecologistas y sus aerolíneas, además, presuman de sensibilidad.
La mejor forma de reducir emisiones es eliminando vuelos hasta que se implantan las nuevas formas de consumo que se anuncian como revolucionarias, transporte rodado y compartiendo coches o llenando los vuelos.
Lo que ocurre en realidad es que se vende el ecologismo aeronáutico implantando aviones que consumen menos, pero sin dejar de crecer en número de vuelos.
Como el borracho que en cada ronda pedía cada vez menos alcohol en toda una noche bebiendo. No entendía que estaba cada vez más borracho pidiendo menos alcohol.
No se extrañe en encontrar contradicciones: manda el dinero sobre todo lo demás.