El próximo 1 de octubre, el aeropuerto de Zaventem, en Bruselas, parará, dejando en tierra a las cincuenta mil personas que normalmente pasan por sus instalaciones en un día ordinario. Es el primer paro que pretende extenderse a otros aeropuertos europeos porque los convocantes dicen que sus quejas son compartidas en toda Europa. Y razón no les falta.
Las aerolíneas han cancelado todos los vuelos en Bruselas para para ese día, ante la probabilidad elevada de paro completo.
El listado de quejas de los sindicatos del aeropuerto, aunque la huelga sólo afecta a Bruselas, podría aplicarse a toda Europa, incluida España. Protestan porque dicen que los aeropuertos van en una carrera hacia el final del servicio. Y enumeran problemas compartidos por el sector: alta presión sobre la plantilla para que trabajen más; escaso mantenimiento de los equipos aeroportuarios, en algunos casos dificultando las condiciones laborales; falta de transporte público o aumento de su precio para llegar al aeropuerto y carencia de aparcamientos para los trabajadores; carencia de servicios para los empleados aeroportuarios; y ausencia de negociaciones con el empresario, a pesar de las quejas sindicales.
Los sindicatos se quejan de que, encima de sufrir este empeoramiento de las condiciones laborales, los beneficios de la empresa (Brussels Airport Company) van aumentando, lo que supone un agravio más notable.
En España dice aquí no hay huelga mientras estén los sindicatos mayoritarios