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EDICIÓN ESPAÑA

Crónica Preferente

Despedida de jefe de Estado para la Familia Real del turismo de ocio

Implantó unos rectos estándares éticos para el sector y su familia, y creó la arquitectura que sostiene muchas economías
Allanó la internacionalización de la gran empresa, y fijó la claves para que el resto de sus colegas se profesionalizasen

Gabriel Escarrer Juliá erigió no solo un imperio hotelero, sino una dinastía por sus logros universales y por el concepto de rectitud que inculcó a su familia. En sus más de 60 años al frente de la mayor cadena hotelera española, y como uno de los grupos turísticos más importantes a nivel internacional, desde hace décadas se le conocía por ello en círculos íntimos con el apodo cariñoso de "el emperador".

Aunque otros varios miembros de la generación de oro de la hotelería española compartan virtudes que les harían merecedores de este sobrenombre, solo Escarrer ha sido el único que compila todas las características.

En primer lugar, y como dice su hijo menor, "creó un imperio de la nada", demostrando un talento más precoz que ningún otro, con 21 años alquilando su primer hotel, con ayuda familiar y de su párroco. A los 36 había tenido seis hijos y ya tenía 21 hoteles, muchos de ellos en propiedad, apoyada esta expansión por las islas y la Costa del Sol por Vingresor, el gran operador nórdico, que le financiaba a cambio de cupos.

Junto a su talento precoz y una ambición que siempre ha reconocido, otro de sus rasgos fue su carácter pionero, como con la internacionalización, iniciada en Bali a mediados de los años 80, o con los bufés en los desayunos. Cuando dio su salto al Caribe poco después ya se podía afirmar que "en su imperio nunca se ponía el sol", pues durante muchos años fue el único hotelero vacacional en poder decirlo.

Los años 80, su "década prodigiosa", adquirió Hotasa (de Rumasa), la operación hotelera más importante del siglo XX en España; y la cadena Meliá, incorporando a más de 70 hoteles en un año. Un imperio se caracteriza por tener fronteras flexibles y aglutinar a seis, siete u ocho subculturas, y el carácter integrador de la trayectoria de Escarrer así lo atestigua, como siguió con Tryp o como prueba la aventura histórica en Cuba.

Esta expansión fue posible por contar con socios capitalistas estables por todo el mundo, y por convertirse en la primera hotelera española en Bolsa.

Con un sentido del deber por encima de su disfrute personal, Escarrer ha sido leal a sus aliados, "amigo de sus amigos", pero con sensibilidad para que nadie se sintiera marginado pese a sus preferencias. Escarrer, cercano pero siempre consciente su posición, ha llevado la ‘marca España’ por todo el mundo como ningún otro coetáneo, con independencia del régimen político o exotismo del destino.

Las similitudes del impulsor de Meliá con los emperadores también se plasman con su concepto de dinastía y por presumir de que su familia ha sido "mi mejor obra". Prueba de ello fue que el proceso de relevo generacional se desarrolló con el fin "no dejar un problema a mi familia ni a todos aquellos que confían en nosotros".

Escarrer descubre un decálogo de reglas para la convivencia familiar, e hizo en su biografía autorizada un reconocimiento público, personalizado y certero sobre cada uno de sus seis hijos y de sus veinte nietos. Así es como solo Escarrer, premiado como personalidad turística del siglo por Preferente, ha sido el único hotelero español en ganarse el apodo de emperador, como una figura histórica e irrepetible.

Su deceso ha provocado un luto mundial en todos los grandes destinos con mensajes de Jefes de Estado, ministros y demás autoridades regionales, evidenciando su rol de máxima referencia histórica del turismo vacacional y fundador de una dinastía considerada como la de más pedigrí del sector que sustenta a muchas sociedades por todo el planeta (Felipe VI entroniza a Escarrer I).

En septiembre de 2022, Preferente tituló "Felipe VI entroniza a Escarrer I" a una crónica sobre el reconocimiento del Rey al referente indiscutible del sector turismo en España y en el mundo, con más de 45.000 empleados y más de 380 hoteles en más de cuarenta países de cuatro continentes.

Los hitos de la familia Escarrer son ampliamente ya conocidos, en su rol de grandes artífices de la creación de la industria de la hotelería vacacional, de la que su cadena es la líder mundial por cifra de cuartos y extensión por Europa, Caribe, América, Asia y África, pero sus aportes al sector van mucho más allá, al haber fijado también unos estándares éticos que han seguido la mayoría de sus colegas.

Este código de honor, más allá del tamaño de su obra, debe ser ensalzado por su compromiso con haber dignificado las prácticas empresariales en el Turismo, con el legado que va más allá de haber marcado una senda que los demás en su isla fueron siguiendo, sino que lo hizo además con el doble valor de que este camino fue acompañado por el mayor compromiso con su sociedad.

Meliá fue pionera en la sostenibilidad medioambiental y en la digitalización, a la vez que galardonada por los representantes de los trabajadores por su máximo respeto a sus plantillas y sindicatos, y por su espíritu de cooperación social al ceder sus hoteles en crisis extraordinarias como durante la pandemia o como para refugiados durante la Guerra en Ucrania.

Escarrer no solo creó una industria en cuanto a modelo empresarial, sino también en cuanto a concepto de la huella que una hotelera debía tener en su comunidad, elevando al máximo el listón ético que la mayoría de cadenas del nicho ha seguido para dignificar a la industria turística vacacional.

Dio prioridad a que España no perdiera el tren de la vanguardia mundial del gremio, puesto que su sustento dependía en gran parte de este sector económico que él orquestó, y su influencia en transformar las bases de la creación de riqueza de toda una nación no admite otro ejemplo igual que se le acerque en este aspecto.

El impacto de todas sus aportaciones —valores, integraciones, calidad, internacionalización, compromiso, liderazgo, ambición, generosidad…-- puede apreciarse en que España ha alumbrado en las pasadas décadas a enormes emprendedores en el textil –Amancio Ortega–, en la distribución –Juan Roig–, la banca –Emilio Botín– o las constructoras –Florentino Pérez–, pero ninguno ejerció más allá de su empresa como patriarca de una generación dorada de dinastías de la industria que hace de tractor de toda la economía nacional.

 


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