Yo entiendo perfectamente que las autoridades holandesas estén preocupadas por que el aeropuerto de Ámsterdam contamina mucho. Seguramente es verdad, y probablemente lo que plantean significa un paso en la dirección correcta. Ocurría lo mismo con el ministro ‘verde’ de Irlanda, que puso un tope al aeropuerto de Dublín, hasta que en las elecciones pasadas lo mandaron a casa. Y así podríamos continuar con las políticas públicas en materia de aviación en casi todos los países de Europa.
La lógica de los ecologistas, más allá de algunas exageraciones, se entiende: contaminemos más, seamos más conscientes, pensemos en el planeta, hagamos que esto sea sostenible.
Sin embargo, cuando uno observa las cifras mundiales que la aviación comercial espera para el año que viene (5.000 millones de pasajeros, un billón de euros de facturación de todas las aerolíneas), uno se da cuenta no sólo de que Ámsterdam y Dublín no son nada, sino de que Europa es absolutamente irrelevante, por mucho que hayamos sido los pioneros en muchas de estas actividades.
Lo cual nos debería conducir a reorientar las prioridades ecologistas: para mí, mucho más urgente que reducir lo que hemos hecho, sería evitar o minimizar los crecimientos salvajes de los países emergentes. Porque las políticas que se llevan a cabo hoy en muchos continentes en materia de aviación son absolutamente ajenas a todo concepto de sostenibilidad.
Y, no menos importante, uno tiene la sensación de que salvo unos cuantos ecologistas, existe una indiferencia muy profunda en la población respecto al control de la contaminación. Y eso debería conducirnos a la reflexión. O hemos hecho algo muy mal o el egoísmo es estremecedor o nadie se cree el mensaje. Nunca antes habían volado en un año cinco mil millones de viajeros, prácticamente el sesenta de la población mundial. Y tampoco nada sugiere, siquiera tímidamente, que estemos a las puertas de un cambio de tendencia.
De manera que hoy me parece fundamental tener una visión global de los problemas, antes que emperrarse en resolver cuestiones puntuales de menor trascendencia.