El domingo pasado cerró definitivamente la última ventanilla presencial de la oficina de turismo de París. Seguramente los responsables no se esperaban un nivel de incomprensión tan intenso como el que ha reflejado la prensa parisina. Y, a decir verdad, francesa en general (París despide a la plantilla y cierra la Oficina de Turismo).
Por ejemplo, Jean Michel Puydebat, director de una gran empresa turística explica que “no podemos apoyar este cierre en la capital turística mundial, cuando Montreal o Copenhague están renovando sus puntos de recepción con mejor escenografía multimedia. Lo digital no lo es todo”, concluyó en una entrevista en L’Echo Touristique.
Paul Roll, por su parte, exdirector de esa misma oficina que acaba de cerrar, dice también a L’Echo que “París, con 19.600 millones de euros de ingresos por turismo en 2022 no gasta los 4,5 millones de subvención a la oficina de turismo. Cualquier ciudad preocupada por el turismo dispone al menos de una “Casa del Turismo”, con vocación de punto de información, de encuentro de operadores turísticos, laboratorio, escaparate de la ciudad, etcétera. Es muy curioso que fueran las razones presupuestarias las que impongan esta estrategia, porque nunca la ciudad había recaudado tanto por la tasa turística”.
“¡Qué triste!” dice Claire Dlongeville, del grupo Top of Travel. “No todo se hace digitalmente. ¿Y qué pasa con las personas mayores?”
Las críticas han llovido sin que sea fácil encontrar a alguien que haya entendido una decisión no sólo tomada sino en la práctica, dado que la oficina ya ha cerrado.
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En Alemania, por ejemplo hay oficinas de turismo, pero no sé si en muchas, pero si en algunas la información la dan, pero muchas veces se cobra, por ejemplo un plano normalito: 1 euro, si quieres lo tomas y sino lo dejas. A lo mejor, un día descubren que por ir mirando algo en el teléfono, aumentan los atropellos.....y entonces, recapacitan.