Por Vivi Hinojosa
Madrid. 3/08/2010.- En mis años de profesión, y ya van unos cuantos, ya me había acostumbrado a escuchar a los empresarios del sector evitando lanzar las campanas al vuelo incluso tras temporadas con resultados espectaculares. Siempre había un “pero”: sí, son unas cifras muy positivas, pero no hemos cubierto expectativas, pero podían haber sido mejores... Así año tras año. Un discurso que, sorpresivamente, ha cambiado 180 grados con la irrupción de la crisis en nuestras vidas. Sigue habiendo un 'pero', aunque de signo radicalmente distinto: sí, estamos sufriendo los efectos de la recesión, pero no somos el peor sector, pero el turismo saldrá fortalecido de esta crisis y volverá a ejercer de locomotora de la economía española.
Y he de confesarles que no sé qué me provoca más inquietud. Sobre todo cuando leo que adalides de la primera industria del país como Hidalgo y Barceló, según informaba ayer Gabriel Hilton en este digital, defienden también a capa y espada un optimismo que, como bien decía Hilton, “nadie siente”. Sebastián Escarrer se sube al carro, después de meses insistiendo en las oportunidades que surgen con la crisis para grupos fuertes como el suyo. Pero sus palabras no me tranquilizan.
Es como cuando de pequeño te daba más miedo ver a tu madre cómo con mucha calma te regañaba por la última trastada, más que si te echaba la bronca toda enfurecida. Es la calma que precede a la tormenta y, aunque desde todas las Administraciones se insiste en que ya ha pasado lo peor, a lo mejor está aún por llegar. Si fuera así, los primeros en saberlo, o al menos intuirlo, serían los empresarios del calibre de los citados. Y eso sí que da miedo. Y que conste que no es por ser agorera. El comienzo de la temporada baja, una vez pasados los rigores de este caluroso verano, será un buen termómetro para saber qué es lo que nos espera. ¿Seguirán mostrándose los empresarios tan optimistas?
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