Por Tomás Cano
El otro día recibí carta de un amigo ex piloto. Me trajo tantas cosas a la memoria, que no me parece mal la idea de compartir la misiva con los lectores de preferente.com. Ahí va:
“La verdad es que yo creía que, una vez jubilado, podría dedicar mucho mas tiempo del que lo hago a cumplir con los amigos y, puedo asegurarte, que no ha sido así. En fin, que vamos dejando cosas para mañana y los días van pasando rápidos, muy rápidos, conforme uno se va haciendo más y más viejo. Lo cierto es que me doy cuenta que mi vida aeronáutica no ha sido de lo mas amena en todos aquellos años de profesión. Aunque unas cuántas anécdotas hemos vivido.
En clave de humor, supongo que sabes la novatada que le gastaron a una azafata cuando la pusieron a pegar saltos en mitad del pasillo, pasaje completo of course, para que salieran las ruedas del tren de aterrizaje. Aclaro que no era mi vuelo. Otra novatada, esa si mea culpa, fue mandar una a la torre de BCN a buscar el slot, y para sorpresa nuestra, poco después estaba autorizando a un avión a despegar.
Otra historia: en un vuelo Tenerife-Salvador de Bahía-Tenerife, el avión procedía de Madrid, dejamos pasaje a bordo, bajan los tránsitos, suben los pasajeros, sobra uno; pienso que se han equivocado con los tránsitos, cosa normal; nos vamos con uno mas y, mas allá de Cabo Verde, entra la Jefa y me suelta: “Miguel, que hay un japonés que pregunta cuando llegamos a Tenerife”. Bueno, ya teníamos el pasajero de más sentado en un asiento que no habían dado a nadie en Tenerife; como sólo hablaba japonés le explicamos el tema con un mapa; se puso a leer una novela como aquellas del oeste de Estefanía y tan tranquilo el resto del vuelo; eso sí, en la escala en Salvador lo metimos en un baño para que no lo descubrieran.
Un hecho un algo trágico que al final acabo bien para todos, menos para el pobre polizón, ocurrió el 10 de Noviembre de 1988, cuando, en mi último día de 737, me programaron cuatro saltos, por primera vez con el segundo con quien había hecho el simulador en Seattle. Me reservé solo el ultimo, Hannover-Palma, para volarlo yo y el segundo voló los tres primeros; al pedir combustible hice el calculo habitual entonces, planos llenos y tanto en el central, equivocándome en ‘solo’ 2000 Kgs. Nos soltaron un slot con más de dos horas de demora, despegando al fin para Palma en una noche preciosa y a un nivel de 37.000 pies, ya que llevábamos unos 60 pasajeros, agentes de viaje, según creo; al llegar a Palma y no salir el tren nos fuimos de excursión a Murcia-San Javier durante unos 40 minutos, creo, para intentar solucionar el problema, pensando que no nos iba a pasar nada a nadie, pero que me volvería a la mili, que Air Europa iba a quedar sin prestigio, que el avión se rompería ‘un poco’, en fin, esas cosas. Descubierto el polizón, decidimos tomar tierra cuando nos quedaran 1.000 Kgs. de combustible, y al final después de soltar el desgraciado lastre tomamos tierra con 1.500 Kgs., es decir 500 menos de lo que me había metido de más. Ya ves, querido amigo, que por lo menos este día, tuve buena estrella. Hechas las oportunas declaraciones, nos fuimos a casa y dos días después me fui a Seattle a hacer el curso de 757. Desde entonces, las únicas noticias del asunto son los recortes de los periódicos de Palma que mi hermano me guardo hasta mi vuelta del curso”.
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