Por Marga Albertí
1/6/11.- Mientras Marbella y Torremolinos se pelean por quién paga la cuenta, en el sector aéreo nadie quiere asumir los retrasos en los aeropuertos españoles. Las cifras de Canarias, donde en abril los desajustes horarios crecieron un 480%, son tan exageradas que parecen inverosímiles. El fenómeno demuestra que la crisis de los controladores se cerró en falso, como probablemente también el conflicto con el personal de AENA, y que cualquier día estalla otra rebelión de tintes bananeros que nos saque de nuevo los colores ante la opinión pública mundial.
Fue fácil convencer a la sociedad cuando Blanco y su acendrada moral abanderaron la guerra contra los salarios astronómicos de los controladores, y casi acaban los tanques tomando las calles. Pero ahora se demuestra que no se trataba de dar lecciones de austeridad socialista, sino justo lo contrario: que como decían los más críticos faltan controladores y no hay dinero porque quienes creyeron que las nuevas infraestructuras crearían la demanda (primera ley de la economía insostenible) lo gastaron en una oferta suntuaria que ahora no encuentra salida.
¿Tendrán razón también quienes advierten contra la privatización parcial de AENA? Si es la solución a todas las ineficiencias del ente, que se venda cuanto antes. Pero a simple vista parece una herencia demasiado envenenada como para atraer el interés inversor. Y mientras los socios llegan -o no- continúa la búsqueda de dinero y quienes están decididos a impopularizar del todo el AVE “flexibilizan” sus tarifas, eufemismo para justificar que los billetes no solo seguirán siendo caros, sino que ahora se venderán como plazas de avión y los precios vendrán determinados por la demanda de viajeros.
Vamos, que las cuentas no cuadran ni de lejos y las elecciones generales se acercan. Lo malo es que los recursos humanos no son convidados de piedra. En un momento económico menos dramático las dificultades no serían tan gigantescas y los desencuentros se podrían reconducir mal que bien. Pero con la crisis, el paro y la caída drástica del poder adquisitivo los sindicatos de todos los colectivos laborales están dispuestos a plantar batalla, y con toda lógica.
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