Fiasco en Estambul: aeropuerto inaugurado que sigue cerrado

Lío de dimensiones colosales en el nuevo aeropuerto de Estambul del que tanto usted como yo vimos las imágenes del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdoğan, inaugurándolo. En realidad, todo teatro, porque las operaciones no han comenzado. Se ha inaugurado, pero no funciona. La idea era la de llevar a cabo un lento traspaso de operaciones del aeropuerto viejo al nuevo. Primero esto tenía que ser en octubre, después en diciembre y después el 3 de marzo, o sea en unos días.

Pero ahora se ha vuelto a retrasar esta fecha porque se espera que aquello sea un caos y que eso suponga un coste electoral en la convocatoria a las urnas que tendrá lugar el 31 de marzo.

Las cosas están mucho peor porque los contratistas encargados de construir y operar el aeropuerto están abandonando el proyecto uno tras otro. Si esto, gravísimo para mantener el plan, no fuera suficientemente preocupante, Funda Ocak, la presidenta de la organización que lleva los aeropuertos de Turquía, por lo tanto responsable de esta mega construcción por parte del estado turco, también se ha marchado. Sin los constructores operadores, sin la contratante, y con las fechas encima, el escándalo amenaza con ser comparable con el del aeropuerto de Berlín.

La construcción del aeropuerto de Estambul se inició el 7 de junio de 2014. Su apertura tenía que haber tenido lugar el 29 de octubre de 2017. Primero se dijo que había habido problemas de cimentación, para retrasar todo un año. Después esta fecha se tuvo que olvidar y los retrasos entran en la dinámica que conocemos. Erdogan sí ha presentado el aeropuerto, pero eso complica las cosas más aún porque cada día queda más claro que fue un acto de relaciones públicas.

La cuestión adquiere dimensiones de escándalo porque las firmas adjudicatarias de las obras, que ahora huyen, tenían lazos directos con el presidente Erdogan. Sus nombres, que probablemente a nadie nos suenen, son Cengiz, Limak, Kalyon, Kolin y Mapa, que ganaron un concurso de 22 mil millones de euros, con derecho para operar el aeropuerto durante 25 años. Los 22 mil millones no los ponía el estado sino los contratistas, a cambio de la explotación. Pero las obras se pasaron del coste previsto por lo que el estado ha aportado 4.500 millones de euros, con el Tesoro turco firmando la deuda. Pero eso fue de nuevo desbordado con otros 1.500 millones de euros quede nuevo fueron financiados por el estado.

Encima, el estado garantiza al consorcio unos ingresos seguros de 6.300 millones de euros que, si no se produjeran, cobrarían del erario público. Pero como el aeropuerto está cerrado, empiezan a aparecer grietas en el consorcio porque la deuda de la obra genera intereses y no hay ingresos de explotación. Y, mucho peor que todo eso, las deudas para las obras se contrajeron en monedas fuertes mientras que los ingresos comprometidos están en liras turcas, hoy totalmente devaluadas.

Kolin, uno de los socios se ha marchado entregando su participación a otro socio, Kalyon. Otras dos compañías están en proceso de abandono del consorcio.