Ramon Estalella, el presidente de la Confederación Española de Hoteles y Apartamentos Turísticos (CEHAT) ha pedido que se apruebe una regulación europea de la oferta de alojamientos colaborativos, los famosos apartamentos que se venden por los portales de Internet y que son de muy difícil control. Obviamente, no pienso que Estalella vaya a tener mucho éxito con su pedido, porque todo lo que está vinculado con Internet y la infinidad de oferta que está surgiendo a su amparo, desborda totalmente al sistema político, incapaz de afrontar esta realidad.
Sin embargo, el presidente de CEHAT ha hecho un segundo pedido que es absolutamente lógico y que merece ser escuchado. Afirma que hay que desregular ya al sector hotelero, que tiene que cumplir con 240 leyes y permisos diferentes para poder trabajar en el mercado. Le sobra razón. En este país, abrir un hotel también es un suplicio. La Administración, en su fiebre reguladora, establece desde el número de mesas que tiene que tener el restaurante, hasta los metros de zonas comunes, el espacio de los jardines y hasta el tamaño de las ventanas de los edificios. Esto es, incluso aunque no hubiera competencia por parte de los apartamentos turísticos que se venden a través de Internet, un despropósito. Cuando los hoteles eran establecimientos que uno compraba como quien juega a la lotería, quizás tuviera su razón de ser que se regulara lo que ofrecían. Pero hoy esto es historia. Hoy todo cliente ha visto y revisto ese establecimiento en Internet, ha accedido a mil comentarios hechos por otros visitantes, y tiene una opinión absolutamente formada de qué le parece la zona, el hotel, las camas y hasta la amabilidad de los empleados. Por lo tanto, toda la regulación pública sobra. Sobra porque es costosa, porque es barroca, porque es redundante y porque es costosísima de operar. Y, no menos importante, porque es imposible de implementar porque los inspectores deberían tener cosas más importantes que hacer.
Observen que estas medidas son absurdas además porque no tiene sentido pensar que el hotel puede estar intentando engañar al cliente. En un entorno tan competitivo, es ridícula la idea de que el hotelero no pretenda satisfacer al cliente, no quiera que vuelva, no desee ofrecer un servicio acorde con el precio que cobra.
Pero ahora se suma un nuevo elemento. En la práctica, la administración es incapaz de controlar la oferta de alojamientos que se comercializan en Internet. Sin embargo, aunque esa oferta carece de toda regulación, en todos los sentidos, se pretende mantener para los hoteles un control propio de otros tiempos. Esto es simplemente absurdo. Lo era sin esta oferta, mucho más con ella. El hotelero está compitiendo con Airbnb, le guste o no a la Administración, por lo que casi podríamos afirmar que la mayor garantía de que va a cuidar a su cliente es Airbnb y todos sus clones, que inundan la red.
Suele afirmarse con la hostelería en este país es un poder fáctico. De hecho es frecuente ver a algún que otro hotelero codeándose con el poder. Sin embargo, en momentos así uno duda de si realmente tienen poder o nos habían vendido una imagen falsa. ¿Cómo es que no consiguen que ni siquiera la Administración los ponga en igualdad de condiciones que toda la demás oferta?
Quizás hacen bien algunos hoteleros en algunos lugares de España que se han convertido en los primeros y principales promotores de los apartamentos que se alquilan en las páginas de Internet. Si el futuro es de la oferta informal, mejor ser uno mismo parte de la ola que morir ahogado por ella, esperando que la Administración se entere del estropicio que está causando.
no creo q sea competencia, me parecen negocios complementarios y sobre todo a un municipio le interesa el flujo de turistas en todas sus versiones, la competencia es buena, o es que internet es bueno para los hoteleros punteando a las agencias y ahora es malo por las viviendas vacacionales?
no hay que rasgarse las vestiduras, hay que convivir y ofrecer todos las posibilidades al turista.