El vicepresidente de Meliá Hotels, Gabriel Escarrer, participó hace unos días en un desayuno con empresarios, organizado por el periódico barcelonés La Vanguardia. En ese encuentro expuso su alarma por el impacto que puede tener Airbnb en el negocio hotelero tradicional. Supongo que el empresario no se refería únicamente a este portal de Internet sino al fenómeno global consistente en la venta vía Internet de los alojamientos turísticos.
Comparto absolutamente la relevancia que el empresario le ha querido dar a este tema, porque sólo desde la ceguera se puede ignorar que estamos asistiendo a un fenómeno de profundas consecuencias. Se trata de algo que, en otro terreno, los periodistas o los agentes de viajes conocen bien: Internet ha arruinado el modelo tradicional de negocio de la prensa y ha reducido el de las agencias de viajes y tiene el poder suficiente para hacerlo también con la hostelería, al menos en las zonas maduras de los países más desarrollados.
Yo asistí a un congreso en una ciudad polaca de segundo nivel, cuando en una comida de las habituales en este tipo de eventos, un colega noruego me dijo que él se había alojado en un apartamento alquilado en la red y que no sólo se encontraba mejor, sino que había pagado menos y tenía más espacio. Me lo decía respetuosamente, pero yo interpreté que en cierta medida se estaba riendo de mi decisión, tradicional, conservadora, de alojarme en un hotel convencional. Al regresar a España entré en algunas páginas web que ofrecen estos alojamientos y me dí cuenta de que mi colega noruego probablemente tenía razón: mejor y más barato. Vamos, que no hay competencia posible.
¿Por qué el alojamiento en la red puede ser más barato y de mejor calidad que la hostelería tradicional?
Fundamentalmente porque es un producto que no nació con vocación hotelera y que, por lo tanto, no sabe qué es la inversión, cómo se amortiza o qué Rev/Par tiene que ofrecer. Eso no cuenta, no importa. Es un mundo distinto: se trata del piso que alguien heredó de la abuela, de otra inversión que no se pudo alquilar, de un bien que no producía ingreso alguno y que ahora sí puede dar algo de dinero. En estos establecimientos no sólo no piensan en amortizaciones de inversiones, sino que tampoco saben qué es la partida “gastos de personal”. Porque en un piso privado se habla de la limpieza que debíamos haber hecho en todo caso. Porque uno no puede darse el lujo de tener todo sucio y abandonado. Y, por supuesto, no hay recepción, ni servicios comunes. El mantenimiento existe, pero es que ya existía. ¿Cómo puede tener un piso sin mantener el suministro de agua, de luz, sin pintarlo mínimamente?
Es comprensible que los empresarios de hostelería se pongan nerviosos, porque no estamos hablando de unos pocos advenedizos que irrumpen en el mercado sino que, en algunos mercados podríamos hablar de duplicar la oferta. Hay ciudades en las que lo que se ofrece a través de estas plataformas equivale a la oferta legal convencional. ¿Se piensa alguien que el mercado no se va a resentir?
Pero hay una última razón para la preocupación: los impuestos. Una empresa hotelera convencional tiene muchas dificultades en evadir al fisco. Un hotel no puede presentarse a Hacienda como si no hubiera tenido clientes en todo el año, porque cobra mediante trasferencias bancarias, porque paga en blanco, porque no tiene otro remedio –seamos sinceros, si pudieran...–. En cambio, esta oferta informal es perfectamente comparable a los profesionales liberales: suponiendo que se haya dado de alta, que es lo más sensato, no tiene por qué declarar más que unos pocos clientes al año, por más que haya estado a rebosar, por más que haya hecho la caja más estupenda de la historia. ¿Cómo se comprueba nada? ¿Cómo se certifica? No va a haber un inspector permanente en la puerta comprobando cada entrada y salida.
Escarrer ha dicho que las plataformas como Airbnb son “el mayor riesgo al que se enfrenta la industria turística a nivel mundial”, y acierta plenamente. En muchas ciudades ya debe de estarse notando el impacto crítico de esta competencia y, supongo, también su cadena debe de haber empezado a sentir de qué hablamos. Escarrer también tiene razón en criticar al poder público, porque ha perdido el control de la situación. Los acusa de “falta de voluntad” para regular el problema de los apartamentos ilegales, pero yo introduciría el matiz de que tampoco es algo sencillo. Qué más hubieran querido las empresas periodísticas que controlar la emergencia de competidores, pero ¿cómo evitar que haya gente que se pase los artículos que los periódicos han comprado a sus autores? El reto desborda también al poder público.
Recuerden que durante muchos años los países daban licencias para emitir radio o televisión, o certificaban qué es o no es un periodista. Pues bien, pese a esta historia reglamentista, hoy cualquiera puede decir, hacer o emitir lo que quiera, estrictamente lo que quiera, sin que el poder tenga medios para evitarlo. Lo mismo que pasa con la hostelería: tras años con inspectores comprobando el ancho de las camas y verificando la dureza de los colchones, ahora llegó la desregulación completa.
Lo único que queda por exigir ahora es que se deje libres a los hoteleros para ofrecer el producto como quieran. Al fin y al cabo sólo será igualarlos con los demás.
El momento de los agentes de viaje va a llegar. Vamos a tener la llave de apostar por los hoteleros que nos han respetado estos años y dejar de lado a los que no han respetado nuestro trabajo y han preferido quitarnos los clientes con mala praxis y paulatinamente iran perdiendo cuota de mercado, frente a los q nos han mimado.
como agente de viajes no me causan ninguna pena los hoteleros..... competencia para todos, y difícilmente debería un ayuntamiento poner coto a un negocio donde muchos de sus vecinos sacan un dinero extra.... la gente busca este tipo de alojamiento y no creo que sean huéspedes de hotel....
ademas un hotelero es un voto y cada casa de airbnb son muchos votos....
y los huéspedes de airbnb buscan bares, restaurantes ...mientras los hoteles les dan en Costa un TI que hacen que no salgan del hotel.
Como agente de viajes que he sido durante más de 15 años, he visto desarrollarse el mercado de internet y lo he sufrido enormemente con la pérdida de muchas reservas y de muchos clientes que se fueron para no volver. También he visto sonreír a los hoteleros cuando vieron en internet una fórmula estupenda para dejar a un lado a las agencias de viajes y hacer reservas directamente al cliente con el consiguiente aumento de su rentabilidad. Nadie, que yo sepa, reclamó entonces a las administraciones que pusiese término a esa traición. Se trataba de un cambio de tendencias y de una nueva regulación del mercado y nada más.
Irónicamente ahora me dedico a eso, a los alquileres turísticos, y no puedo evitar una sonrisa cuando veo la preocupación de los hoteleros al ver peligrar su negocio.
Reinvéntense, recínclense,como hemos tenido que hacer todos. ¡Buena suerte!
ahora se quejan, pero cuando ellos ponen mejores precios en sus web o regalos haciendo la reserva por su web no dicen nada, o cuando llaman al cliente directamente para hacerles descuentos
Como hotelero y como agente de viaje, veo un enfado que bajo mi punto de vista es desmesurado. Hay que saber convivir, agentes, hoteleros, internet, personas en definitiva. esto es así las personas aprendemos y los profesionales debemos mejorar en todos los sentidos: el mimo, el trato, la honradez, dedicación, realidad, y por supueston la regulación y vigilancia es crucial para que todo esto sea inmejorable. busquemos la "Spain is diferent". y podemos decir de nuestros clientes lo mismo.-
Atención compañeros hoteleros que nos venís apoyando sistemáticamente a pesar de que el "todo vale" está instalado en nuestro sector. Aquí tenéis un agente de viajes que redoblará sus esfuerzos en direccionar a sus clientes a vuestros hoteles. Un saludo