Por Marga Albertí
11/1/11.- Vuelven a aproximarse fechas claves en la negociación entre AENA y los controladores aéreos. Si dentro de unas horas no hay acuerdo sobre la identidad del árbitro o árbitros que resuelvan un conflicto vergonzoso que ya todos damos por irresoluble, las negociaciones explotarán otra vez. Por desgracia, será lo más probable. La actitud mostrada por ambas partes desde que el 3 de diciembre el Gobierno militarizara el espacio aéreo y decretara el estado de alarma para obligar a regresar a sus puestos a los controladores de los principales aeropuertos no permite esperar nada mejor. A excepción de esta obligación impuesta so pena de responder a delitos que seguramente jamás imaginaron que pudieran cometer, los controladores no han dado su brazo a torcer en nada: se han acogido a su derecho a no declarar, han presentado 30 denuncias a AENA por mala gestión del tráfico durante los últimos meses y han girado la tortilla al acusarla de haber provocado el caos al cerrar el espacio aéreo sin ser necesario. En cuanto al Gobierno, parece claro que está dispuesto a que sus decisiones tengan el calibre que sea necesario, qué peligro. Sólo ha habido acuerdo en que hace falta un arbitraje externo, que ya es decir. Lo único que desde el 4 de diciembre ha hecho que las partes vuelvan a la mesa negociadora ha sido el estado de alarma, y se deroga el sábado. No hay puentes en el horizonte inmediato, y ahora me refiero a los del calendario, aunque no conviene descender al terreno de las frivolidades. Después de la imagen de los 'jeeps' del ejército ocupando los aeropuertos españoles, todo puede ocurrir.
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