Por Marga Albertí
22/12/10.- Bien por Bruselas y el tirón de orejas que se propone dar a los principales aeropuertos europeos por no prevenir y gestionar muy mal el caos causado por el temporal. Ya era hora de que alguien recordara que aunque las causas de fuerza mayor existen, las infraestructuras y los recursos deben estar a punto para minimizar el daño. Y que la primera víctima cuando un aeropuerto se queda sin líquido para descongelar los aviones es el pasajero, no el negocio. El pasajero fue la víctima durante el plante de controladores, lo es ahora que Europa yace bajo una capa de nieve y lo fue también cuando la ceniza del volcán Eyjafalla cubrió medio continente. Apenas se le escucha entre el clamor apocalíptico de colectivos empresariales avezados a defender sus derechos contra viento, marea y huracanes, pero está ahí. Las organizaciones de consumidores canalizan una parte mínima del descontento, pues aunque muchos afectados recurren a ellas son muchísimos más quienes no lo hacen y por higiene mental procuran desentenderse del tema lo más posible. Ni Bruselas Ni Estrasburgo se caracterizan por su eficacia, sus decisiones no vinculan, sus llamadas al orden suelen diluirse en los meandros de la nada, sus leyes chocan contra las de los países miembros como objetos que se pulverizan al entrar en la atmósfera terrestre, y el dato más relevante que trasciende de tan distinguidos teatros es el lucrativo sueldo de sus funcionarios. La del comisario Kallas será seguramente otra voz en el desierto. Pese a todo consuela, al menos si no pensamos mucho en que las instituciones deberían ir siempre por delante de los acontecimientos, y no al revés. Bruselas nos defenderá, menos da una piedra.
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