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Por Marga AlbertÃ
6/10/09.- El llamamiento del presidente de Thomas Cook a España para que recupere competitividad bajando los precios debe acogerse con cautela. El sector, al menos el hotelero, difÃcilmente puede aplicar descensos de tarifas mayores que los de la temporada de 2009 sin pagar un elevado coste en imagen y sin comprometer a medio o incluso largo plazo su credibilidad entre el segmento de clientes de nivel medio-alto, su población diana.
Lo que Fontenla-Novoa llama hoy ‘competitividad’ quizá exceda de toda aspiración razonable. Las condiciones desfavorables del mercado de viajes son tan ciertas como observar un cauce agrietado donde fluÃa un rÃo caudaloso. Pero no se oculta un cierto oportunismo a la hora de aplicar una polÃtica, la del descenso de precios, que incluso en la coyuntura económica más exuberante exprime las negociaciones de los contratos de garantÃas, lo que cuando menos debe hacernos sospechar.
También el Financial Times se suma a este carro que pasea por Europa la falacia de que los establecimientos españoles son caros para los servicios que prestan y de que España pierde posiciones en el segmento de ‘sol y playa’. Cabe esperar que la debilidad de la libra frente al euro se traduzca en semejantes estados de opinión, que por otro lado son taxativamente contradichos por los estudios sobre precios hoteleros en Europa realizados de forma periódica por las principales centrales de reservas. La competitividad es un eufemismo, una correa para atar cada vez más corto a un sector que se quiere competitivo al modo en que es competitiva una tienda de 'todo a cien'.
El riesgo es grande. El presidente de Thomas Cook acierta al pedir más apoyo del Gobierno español a través de reducciones de tasas e impuestos, pero es de esperar que la parte del león recaiga en los hoteleros y sus rebajas directas. También en demandar que se incremente el dinero destinado a promoción, un dÃa antes de conocerse que el presupuesto del Gobierno español para el turismo sólo crecerá en 2010 un 0,13%. En esta partida entre hoteleros, Gobierno y touroperadores no hace falta decir quién tiene las cartas más bajas.
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