Con dos palmos de narices

 

21/7/09.- Así se habrán quedado los ejecutivos de las compañías aéreas que se dejaron embaucar por el chaval británico que decía ser un magnate de la aviación. Cada cierto tiempo se reproducen este tipo de noticias refrescantes, que dejan siempre a una la sensación de que el mundo es un lugar menos aburrido de lo que parece. Un aviador burla el dispositivo de seguridad del Kremlin y aterriza en plena Plaza Roja, un aventajado empleado de Société Générale hace perder 5.000 millones de euros a uno de los mayores bancos mundiales o un simple chiquillo de 17 años arruina la credibilidad de altos directivos aéreos y de los departamentos de Recursos Humanos que los han seleccionado. El padre califica a su hijo de “emprendedor y creativo”, pero se queda corto. El engaño es formidable y difícil de explicar con la estrecha psicología de la vida corriente. No aspiremos a abarcarlo quienes estamos atados a la insípida realidad de un trabajo de ocho horas. Vendrán los psiquiatras a poner etiquetas, es lo suyo, de algo hay que vivir. Quienes con sus facultades mentales en su sitio se han tragado la bola hasta el fondo también se las merecen.