Por Fernando Urrea
12/5/11.- Puede ser la puntilla. Scandianvian Airlines, antigua propietaria y todavía en posesión del 10,9 por ciento de las acciones de Spanair, ha cuantificado lo que le costaría la quiebra de la compañía. Ha dicho públicamente que la bancarrota le puede suponer en su debe, tirando por lo bajo, hasta 33 millones de euros. Ya sabía cómo estaba la compañía cuando la vendió por un euro a los actuales propietarios, ya sabe cómo está y ya todo el mundo sabe que ni la accionista SAS confía en su futuro y, por lo manifestado al rendir cuentas del pasado ejercicio, teme que Spananir no pueda hacer frente al pago de un préstamo-puente de 27 millones de euros que vence en diciembre. La situación no puede tener una panorama más negro para una compañía que es un pozo sin fondo, que ha dividido al Gobierno catalán en consejeros a favor y en contra de continuar con ayudas y participación en el accionariado y ampliaciones de capital, que el día a día es ruinoso y que carece de fondo de comercio para hacerla atractiva para alguna compañía que quiera comprarla. Todo está pendiente del informe de un gabinete de auditores, pero el pronóstico de SAS parece definitivo porque tener en sus previsiones del presente ejercicio perdidas de entre 22 y 33 millones de euros es no tener ninguna confianza en que los gestores de Spanair puedan sacar del pozo a una compañía condenada hace muchos años, que solo se mantiene por la inexplicable aportación del dinero público. Parece el fin de la desafortunada aventura para cuando llegue diciembre. Que una compañía aérea desaparezca es una mala señal, pero es peor que se siga manteniendo artificialmente y con dinero de todos. Si la enfermedad es irreversible, pues eso, eutanasia de empresa.
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